'La Deuda': Daniel Guzmán salda sus cuentas pendientes con su mejor interpretación

'La Deuda': Daniel Guzmán salda sus cuentas pendientes con su mejor interpretación

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La deuda puede ser una de las películas más crudas que haya inaugurado la sección oficial del Festival de Málaga. Conociendo la obra anterior de Daniel Guzmán, no esperaba semejante propuesta: un híbrido entre thriller y denuncia social, con personajes marcados por decisiones del pasado y una sociedad que no facilita el camino a los más necesitados. Se centra, además, en esa “serpiente que se muerde la cola” que es el capitalismo.

En su tercera película, Guzmán nos presenta a Lucas, interpretado por él mismo, quien pasa los días luchando por encontrar trabajo mientras cuida de Antonia, una anciana con demencia que no puede valerse por sí misma. A pesar de no tener un vínculo familiar, ambos comparten un deteriorado piso del que están a punto de ser desahuciados porque, claro, nuestros amigos los bancos ven más rentable convertirlo en un piso turístico. Toda esta premisa recuerda al Fernando León más lúcido y al Iñárritu más cruento, hasta que un día Lucas decide robar un desfibrilador del hospital. Maldita la hora, ya que, justo cuando necesitaban utilizarlo, el aparato no estaba, y un chico ingresado en estado grave falleció como consecuencia indirecta del hurto. Guzmán nos narra la historia con maestría, sembrando la duda en el espectador y sorprendiendo tanto a los personajes como al público.

Dado que Lucas tiene antecedentes penales, lo descubren rápidamente vendiendo el aparato y lo encarcelan. Esto provoca en él un sentimiento de culpa insoportable, tanto por el chico fallecido como por la desamparada Antonia, que no puede cuidar de sí misma. Entonces, la trama da un giro: Lucas huye de la ley y elabora un plan para conseguir el dinero necesario para que Antonia no pierda el piso. Mientras intenta esquivar a la policía, planea regresar a prisión una vez haya saldado su deuda moral y económica.

En paralelo, la carga emocional de la historia recae en el personaje de Itziar Ituño, la madre del chico fallecido, que intenta retomar las riendas de su vida tras la tragedia. Lucas, poco a poco, se acerca a ella, iniciando una relación en la que cada vez le cuesta más ocultarle la verdad sobre lo que hizo. Todo esto mientras se introduce en una red mafiosa, donde consigue ingentes cantidades de dinero actuando como mula.

Quizás estemos ante el mejor trabajo actoral de Guzmán: sobrio, contenido y emocional. A pesar de estar al borde del abismo emocional, no abruma al espectador y logra una gran conexión con el resto del reparto.

El punto débil de la película reside en la mezcla de thriller y denuncia social, que en ocasiones se torna excesivamente “peliculera” cuando no es necesario. A algunos les pasará desapercibido; a otros, quizá no. La deuda” es, en esencia, una película comprometida, con una sensibilidad que trasciende el amargor presente en cada uno de sus planos.

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