3 Butacas de 5

Este 14 de marzo se estrena en España ‘La vida ante nosotros’ (‘La vie devant moi’), codirigida por Nils Tavernier y Emmanuel Mathieu. La película nos lleva a la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los momentos más trágicos de la historia de la humanidad, y desde la perspectiva de una niña de 13 años, Tauba, y sus padres. Una familia judía que se ve forzada a esconderse en una buhardilla ajena y minúscula de la que no podrán salir, con miedo de ser detenidos por los nazis.

Debido a los innumerables relatos sobre el genocidido judío a manos del nazismo, cuando se nos anuncia una nueva película de esta temática, y creo que hablo en nombre de todos y todas, la primera reacción es algo reacia. No son solo los ejemplos clásicos como ‘La lista de Schindler’ (Steven Spielberg, 1993) o ‘El Pianista’ (Roman Polanski, 2002) -no es casualidad que la película comience con Tauba tocando el piano-, mismamente la oscarizada y contemporánea ‘The Brutalist’ (Brady Corbet, 2024) nos ha transportado una vez más a este momento histórico. Lo cierto es que cada una de estas películas tiene su visión, su estilo y sus decisiones que las diferencian de sus iguales. En nuestro caso, ‘La vida ante nosotros’ creo que ha sido capaz de tomar las decisiones correctas para que el peso del fenómeno que he mencionado no sea un lastre. El contexto en la película pese a tener una importante carga argumental, es fácilmente intercambiable por cualquier otro tiempo o espacio. De lo que va la película y seguramente lo más interesante de esta, es como una familia es capaz de superar algo que a cualquiera nos parecería imposible -un ejemplo similar, aunque haya pasado muchísimo desde su visionado y puede que haya cosas que se me olviden, es la película de ‘La habitación’ (Lenny Abrahamson, 2015), en la que una madre con su hijo vive en otra pequeña habitación sin contacto con el exterior. En esta película tampoco es realmente importante el motivo por el cual están retenidos ahí y si lo es el factor humano y emocional-. Sí, estamos ante una historia de superación con frases que chirrían por pasarse de emotivas y motivacionales. Y podríamos decir que es un cliché, y estaríamos en lo cierto, pero hay que reconocer que lo que hace lo hace bien, siendo capaz de emocionarte de una forma tremenda, sobre todo si eres padre o tienes tu infancia presente.

La infancia, el otro tema principal. Y es que, dentro de esta familia, hay una clara protagonista, la niña. El título de la película hace referencia a los tres, pero inevitablemente pensamos que Tauba es la que más cosas se está perdiendo -hay una escena que resume brillantemente esta idea, el momento en el que padre e hija ven a través de su ventana a una pareja adolescente bailando abrazados en la casa de enfrente-. El personaje de Tauba, con una actuación que va en crescendo, comienza como una pobre niña indefensa que no comprende nada de lo que sucede a su alrededor para terminar siendo una chica madura llena de esperanza y ganas de luchar contra aquello que le oprime a ella y a sus iguales.

Esta película entra dentro de otra categoría, aquellas donde la gran parte de la acción transcurre únicamente en un espacio -quitando las imágenes de archivo que se utilizan y otros momentos puntuales-. Uno de los grandes riesgos que corren estas es que se vuelvan repetitivas y que lo que suceda entre las cuatro paredes deje de interesarnos. Pese a su corta duración de 93 minutos, que hoy en día es raro no superar las dos horas, hay escenas y subtramas que se sienten evitables y que estorban más que aportarnos algo nuevo. No es como que perdamos el interés por la historia, de hecho, hay un recurso en relación con el paso del tiempo que hace que sea muy difícil olvidarte de esta familia. Entre escenas aparecerá de vez en cuando una cortinilla indicando el número de días que llevan escondidos. A medida que aumentaba la cifra, la cual termina superando los 700 días, se iban oyendo en la sala resoplidos cada vez más notorios.

A modo de conclusión decir que ‘La vida ante nosotros’, sin llegar a sorprendernos formal ni argumentalmente, consigue introducirnos a una familia con la que empatizaremos, pudiendo disfrutar también de detalles con mucha poesía -hablo del enternecedor piano que dibuja la chica en el suelo o el hecho de que el padre no abandone la silla situada al lado de la ventana en todo momento-. Es cierto que, si hablamos de actualidad, donde las guerras y el odio nos llegan de una forma tan cruda, los discursos suavizados como este chocan un poco con nuestra realidad. Aun así, obviando estos detalles, la recomiendo.
