5 Butacas de 5
La sensación que uno tiene al pasar al lado de un gran edificio histórico, como lo puede ser una catedral, es apabullante. No solo llama la atención su tamaño, su entereza, sus formas, sino su contenido. Las catedrales suelen ser monumentales por fuera, pero lo verdaderamente bello se esconde en el interior de sus enormes paredes de piedra. Cuando uno camina por una catedral, no puede evitar pensar en la dificultad y entereza humana que hizo falta para terminar semejante obra arquitectónica. Una construcción que esconde incontables secretos, heridas y simbolismos complejos. Brady Cobert erige su particular monumento catedralicio con The Brutalist. Una obra colosal que rezuma dolor, rabia y pasión.
Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth (Adrien Brody) llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura. Pero amasar poder y forjarse un legado tiene su precio…
The Brutalist encierra en su interior una herida demasiado grande y profunda para la que ni siquiera una vida entera bastaría para que cicatrice. Brady Corbet enarbola un retrato sobre la inmigración y el arte muy afinado. Todo parece estar en su sitio y responder a unos intereses mucho mayores. La película está cargada de un dolor que se pega en el espectador como una sanguijuela y lo consume como lo hace con el protagonista. El arquitecto Lászlo Toth busca reconciliarse consigo mismo y con un pasado oscurecido por una de las mayores penurias jamás perpetradas por el ser humano. ¿Cómo es posible que tengamos tanta facilidad para autodestruirnos?
Construimos, dibujamos, escribimos, trabajamos, nos relacionamos y es inevitable que nuestra identidad lo manche todo. ¿Puede un artista levantar una obra sin utilizar en ella pedazos de su alma? Eso sería como pedirle a un fontanero veterano que para uno de sus trabajos más complejos utilice las herramientas de un desconocido. The Brutalist refleja las dificultades de la migración más cruda, la banalidad de un sistema capitalista podrido por dentro y el interés vacuo de fortunas ingentes por purgar su alma con actos de bondad envenenados.
Una película bella. Rodada con una maestría inapelable. Una puesta en escena calculada y espectacular que esconde en cada cuadro un secreto. La banda sonora es envolvente y trágica, esos vientos que penetran en el espectador y lo incomodan. The Brutalist es la épica y la tragedia en una misma película. Una obra descomunal que se desvive por narrar un suceso terrible a través de una belleza apabullante.