'Babygirl': un hipnótico juego de roles

'Babygirl': un hipnótico juego de roles

3’5 Butacas de 5

Este viernes 17 de enero se estrena en cines de España Babygirl (2024), la nueva película de la directora holandesa Halina Reijn tras el éxito de su anterior Muerte, muerte, muerte (2022). Un thriller erótico oscuro en que la ética queda a parte y la pasión de sus lascivos personajes desbanca cualquier atisbo de raciocinio.

Romy (Nicole Kidman) es una alta ejecutiva insatisfecha con su marido Jacob (Antonio Banderas), que empieza una aventura de puro desenfreno sexual con el nuevo becario de su empresa Samuel (Harris Dickinson), un chico joven y atractivo que está dispuesto a ponerla a prueba.

(L-R) Nicole Kidman, Harris Dickinson. Credit: Courtesy of A24

El eco de Eyes wide shut (1999, Kubrick) es ineludible cuando erotismo y Nicole Kidman convergen en pantalla. No obstante, y aunque hay rimas evidentes, aquí la cuestión va por otro lado. En Babygirl se estudia el desarrollo de la pasión de sus personajes —de Romy principalmente—, a través de un juego de roles perfectamente construido. Si en un principio la empresaria juega con la evidente ventaja de su superioridad laboral respecto al becario, la situación se va invirtiendo con el transcurso del filme, y Samuel toma el control absoluto por el irrefrenable deseo de Romy. De esta forma, la película de Reijn contrapone dos formas opuestas de poder: el laboral —reglado, objetivo— y el afectivo —pasional, humano e inestable—; y los relaciona mediante el sexo, la pulsión más primitiva de todas, para explorar los límites de su práctica.

La mayor virtud de Babygirl reside en la ausencia de juicios morales sobre sus personajes ante unas acciones tremendamente cuestionables. La ética se aparta a un lado, Halina no juzga, filma e instala el debate. ¿Quién hace bien? O, mejor dicho, ¿Alguien hace bien? Pero es que, la perfección no existe, y cuando el deseo permea todo puede ocurrir. Así se plantea una de las cuestiones que remite a la película de Kubrick: la fidelidad. Aspecto determinado por la naturaleza monogámica de la relación entre Romy y Jacob, pues lo que sucede en Babygirl depende directamente de los estándares sociales. Y, aunque pueda imaginarse una realidad poligámica y libertina como vía de solución para algunos problemas de sus personajes, es cierto que, los de Kidman y Dickinson, se excitan y disfrutan innegablemente con la naturaleza ilícita de su relación.

Halina Reijn con esta Babygirl se sigue abriendo camino como una directora interesante a tener en cuenta. Su película es un retrato sobre la depravación, la pasión irrefrenable y el poder y su capacidad de control, mediante un pasmoso erotismo que no juzga y se va tornando cada vez más oscuro y cuestionable, ¿o no? Kidman y Dickinson entregadísimos en sus papeles hacen reflexionar sobre los límites de la libertad.

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