'Desmontando un elefante': Tomar las riendas

'Desmontando un elefante': Tomar las riendas

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Emma Suárez, Natalia de Molina y Darío Grandinetti protagonizan la ópera prima de Aitor Echevarría, un drama familiar sobre sobre las consecuencias que el alcoholismo deja en la familia.

El director y guionista Aitor Echeverría debuta en el largometraje de ficción tras su amplia trayectoria como director de fotografía en largometrajes (“La voluntaria“, “María (y los demás)”, “Sense sostre“), documentales (“La cláusula Balcells“, “La vida bajo las bombas“, “Una cullera a la butxaca“) y series de TV (“El Inocente”, “Galgos”, “Nit i dia“), y una carrera como director de cortometrajes premiados en festivales nacionales e internacionales (“Aprop” y “Morir cada día”, entre otros). También destaca su trabajo en el ámbito de la videodanza. Le acompaña Pep Garrido en el guion.

Marga (Emma Suárez) es una arquitecta barcelonesa de éxito que regresa a su casa tras meses internada en un centro de rehabilitación por problemas con el alcohol. Está casada con Félix (Darío Grandinetti) que es médico de éxito y viven en una gran casa de diseño con su hija pequeña Blanca (Natalia de Molina). María (Alba Guilera), su hija mayor vive en Francia y está a punto de dar a luz a su primer hijo.

Durante su vuelta a la rutina, Marga trata de hacer los horarios y rutinas marcadas por la clínica para mantenerse ocupada y poder volver a la normalidad, pero esta vez sin alcohol. Su marido y sobre todo su hija se vuelcan con ella y tratan de ayudarla, pero es complicado porque siente mucha ansiedad, va acelerada y todo se le hace un mundo porque no quiere hablar abiertamente de su adicción, el elefante al que hace mención el título de la película.

Marga vuelve al trabajo, pero Blanca se vuelca tanto con su madre que esto le pasa factura en su sueño de ser bailarina mientras que Félix está siempre muy ocupado y acaba no implicándose tanto como debería.

La película apuesta por una realización tranquila y elegante, pero con cierta tensión y distancia entre las dos protagonistas encuadrando la totalidad de la trama en una imponente casa de diseño acristalada con grandes ventanales y jardín. Mientras tanto, Blanca siente que la situación de su madre la oprime y encuentra en la danza una forma de soltar adrenalina y expresar sus emociones.

La película se sostiene por el buen hacer del trío protagonista. Emma Suárez encarna a una mujer egoísta que oculta su problema al resto de la familia y no quiere dejarse ayudar. Natalia de Molina, encarna a una mujer que lleva toda la vida viendo la situación de madre sin poder hacer nada ni saber cómo gestionarla. Esto la condiciona enormemente y se siente prisionera de la incomunicación que hay en su casa. Y Darío Grandinetti encarna a un buen hombre que no sabe gestionar la vida familiar y que se le da mejor la laboral por lo que termina por desaparecer del conflicto.

 Estamos ante una película que funciona más en los silencios y en lo que no se termina de decir que en lo que se dice. El conflicto entre madre e hija no explota delante del espectador porque le interesa más hablar de las consecuencias de la adicción y de cómo la familia lo gestiona. Blanca acaba comprendiendo que tiene que tomar las riendas en la relación con su madre para poder vivir su propia vida y que ella pueda lidiar con su problema para poder cursarse. Mientras Blanca sufre por su madre, Félix se desentiende totalmente de la situación por la que atraviesa su mujer quedando casi desaparecido de la narración.

La película trata de reflexionar sobre las cargas y dependencias familiares causadas por la adicción al alcohol, las consecuencias que sufre esa familia y cómo reconstruirla tanto a nivel familiar como cada uno de los miembros.

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