4 Butacas de 5
Una España rota por el dolor, aquella en la que sus habitantes deseaban ser libres, en la que sus sueños e ilusiones estaban presentes para tratar de huir de la realidad. Rafael Azcona era un especialista en diseccionar al ser humano a través de sus historias, mostrando sus habilidades y debilidades ante la miseria que azotaba a España tras la dictadura y durante la misma. El Pisito o El Verdugo han sido claros ejemplos en nuestra filmografía, pero si hay una novela que representa a la perfección aquellos anhelos de vida es sin duda Los Europeos.
La novela de Rafael Azcona es llevada a la gran pantalla por Víctor García León, director que plasma la vida de Miguel y Antonio, dos hombres que huían del día a día para disfrutar de unas vacaciones en Ibiza. Un periodo en el que aspiraban a disfrutar de un verano que les mantuviera alejados de los problemas diarios. Unas vacaciones en Ibiza, el deseo de ser libres en una España rota por el dolor y tragos de vino ante la presencia de mujeres de otros países entre las que se refugian buscando el placer. Raúl Arévalo y Juan Diego Botto retratan magistralmente dos personas completamente diferentes, pero con la misma necesidad de querer ser felices. Deseo, humor, la alegría de vida y nuestras propias complicaciones, los dos intérpretes sostienen toda la película en unos roles que bien merecen unas nominaciones como mínimo.
Una película conmovedora, humana, con un sentido del humor mordaz con el que hinca el diente sobre los miserables aspectos de nuestro país. Aquellos veranos en los que la vergüenza se perdía entre vasos de vinos, jolgorios de terrazas y miradas hacia las estrellas con la francesa que nos enamoraba para sentirnos felices y completos.
Un largometraje de los que hacen falta siempre, de los que van amargando el terreno poco a poco al igual que en la vida. Páginas de una vida en la que tratamos de remar a contracorriente pero caemos presos de nuestras propias miserias en el pozo.
Una historia que plasma los deseos de todos para toparnos de bruces con nuestros propios fantasmas de desgracia. Un consejo, no se la pierdan.