3 Butacas de 5
De un director con el ojo crítico de Jon Stewart (con 16 años de experiencia como comentarista político en The Daily Show, que le han valido para ganar 22 premios Emmy) solo puede esperarse un retrato agudo de la escena política estadounidense, por mucho que quiera disfrazarse de comedia. Y de eso va Un plan irresistible: de aprovechar el humor para disimular la mueca de descontento que provocan los problemas de un sistema viciado por los dos lados de la balanza.
En este sentido, si hay algo de la película que gustará en Estados Unidos es que tiene recados para los dos bandos, demócratas y republicanos (la famosa equidistancia, justificada en este caso por la pretensión de criticar el modelo de la carrera electoral, y no una tendencia o medida política en concreto). Y si hay algo que no gustará tanto en España es que, para funcionar como denuncia, quizá requiera un conocimiento previo de cómo funcionan las elecciones estadounidenses a nivel local que el espectador medio no tiene por qué tener.
Por fortuna, Un plan irresistible posee suficientes ingredientes como para justificar su estreno veraniego incluso en un año menos atípico que este 2020. La trama gira en torno a un director de campaña demócrata (encarnado por Steve Carell) que, tras la derrota frente a Trump, decide revitalizar el partido impulsando la candidatura a alcalde de un inesperado fenómeno viral de Youtube: el coronel Jack Hastings (Chris Cooper), hombre de campo y cristiano practicante que, pese a parecer el típico republicano, defiende ideas progresistas sobre cuestiones como la inmigración.
La primera parte de la película es, de hecho, más bien una comedia de equívocos que explota la incapacidad del personaje de Carell para encajar en el pequeño pueblo donde tiene lugar la votación, así como su interés en la atractiva hija del coronel (Mackenzie Davis). Es a partir de la llegada de la directora de campaña de los republicanos (Rose Byrne) cuando comienza la auténtica lucha política, aunque la película mantiene en todo momento un tono fresco con gags casi constantes.
A la hora de la verdad, sin embargo, Un plan irresistible se queda entre dos tierras: como comedia es entretenida y tiene momentos muy reivindicables (sobre todo en su sorprendente tramo final), pero tampoco es extraordinaria, mientras que como sátira política resulta demasiado bienintencionada y superficial como para levantar auténticas ampollas. Con todo, las sensaciones en general son positivas: puede que la cinta de Stewart no pase a la historia, pero pocos planes más irresistibles que el suyo nos han ofrecido las salas en este mes de agosto. El buen hacer del elenco encabezado por Carell y su fuerza cómica son garantía suficiente para pasar una buena tarde de cine.