4´5 Butacas de 5
Cuarenta y cinco años después de su estreno, regresa a la gran pantalla Dersu Uzala, una de las tantas joyas que nos regaló el genio nacido en Shinagawa Akira Kurosawa, siendo el único título de su filmografía que se consagró con el Oscar a mejor película de habla no inglesa. Aunque el mayor premio que honraría la memoria del maestro sería que todo amante del séptimo arte fuese a ver esta magna obra a las salas de cine.
1902 y 1907 son los años en los que transcurren los dos viajes que emprenderán Dersu, Capitán y compañía, siendo estas las dos partes en las que se divide el filme. Ya desde el comienzo, desde que aparece Dersu y se establece la conversación inicial acompañada de una llama en la inmensidad de la noche, se respira ese ambiente gentil, airoso, afable y alegre que percibiremos en las más de dos horas que dura el metraje. Nos encontraremos con un natural y hermoso camino de aprendizaje donde las emociones se tornan vivas como el sol que ilumina un bosque a plena mañana y apagadas como el corazón cuando nos desprendemos de un ser querido. Akira realiza secuencias extensas, duras y laboriosas donde los personajes se encuentran desorientados y fatigosos, consiguiendo que esa fatiga sobrepase la pantalla, logrando que el respetable se sienta igual de extenuante que los propios protagonistas.
Estamos ante una obra realizada sigilosamente con maestría que impregna verdad, ternura y sabiduría, donde cada bello fotograma visualizado y la sensitiva fanfarria que nuestros oídos deleitan expresan el sentimiento efectivo y deseado por parte del director de Ikiru.Y es que el cineasta nipón consigue adentrarte en cada paisaje, gracias, en gran parte, a la fenomenal escenografía y ambientación recreadas, bien logrando trasladarte a un helado y frígido escenario o bien a la profundidad de un frondoso bosque.
En cuanto a sus personajes, decir que Dersu y su querido capitán conforman la pareja más entrañable que se haya visto en la pantalla. Sendas figuras nos regalan conversaciones reflexivas y trascendentes y proyectan un canto al significado real de la amistad. A lo largo de la Historia del Cine han pasado líderes (ya sea un capitán, un maestro, un profesor o un jefe) que han estrechado un fuerte lazo de amistad con su discípulo: desde el señor Keating con sus poetas, pasando por Rainer Wenger con sus alumnos, hasta llegar a Obi Wan Kenobi con su padawan Anakin Skywalker. Todos ellos han demostrado una relación de hermandad que va más allá del oficio. No obstante, ninguna de las parejas mentadas anteriormente o cualquier otra que se haya visto con anterioridad en una película supera al tándem protagonista del título que nos concierne, pues ambos destilan afecto, ternura y conocimiento. Ese grito de “¡Capitán!” que exclama Dersu quedará para siempre en la memoria del amante de este film, y es que cada vez que se dirige a Vladimir con ese grito, el rostro del espectador se ve expuesto a una dulce sonrisa. En las dos partes que se divide el largometraje, tanto Dersu como su capitán se despiden de una manera no apta para sensibles. La primera será una despedida esperanzadora, mientras que la segunda será la que hará reflexionar al público de lo que ha visionado. Akira concluye su filmación de manera natural y sencilla, alejándose del dramatismo y la superficialidad por las que cualquier otro director hubiese optado.
En definitiva, para el que escribe estas líneas, Kurosawa dibuja en Dersu Uzala el viaje sobre la amistad más puro y emocional del séptimo arte. Una maestra obra humana donde, una vez más, el director de Los siete samuráis encuentra en el intimismo y la cotidianeidad su máxima virtud.