Valoración: 3 Butacas sobre 5
A estas alturas, el agente secreto Mike Banning se ha convertido en un personaje tan emblemático y significativo para la filmografía de Gerard Butler como lo fuera el espartano Leónidas. Objetivo: Washington D.C., la tercera (y, previsiblemente, última) entrega de la saga, se ha estrenado en EEUU con un éxito arrollador: más de veinte millones de taquilla en un solo fin de semana. ¿Pero está la película a la altura de sus predecesoras?
Cuestiones técnicas al margen, si esta trilogía tiene algo loable es que encarna una de las formas de entretenimiento más honestas de la industria: ofrece lo que promete, ni más ni menos, que es un argumento tan lineal como trepidante y cargado de acción. Pero lo interesante de este capítulo final es que, si bien la estrategia sigue siendo la misma, la historia da un giro con respecto a los anteriores al presentar a un Banning acusado injustamente de atentar contra el presidente y perseguido por sus propios aliados mientras trata de detener a los auténticos culpables. No nos engañemos: la acción sigue siendo el centro de la película, pero se agradece que sus responsables traten de innovar sobre una fórmula que no es inagotable.
En este sentido, el título en inglés (Angel has Fallen) es una referencia clara al propio Banning, el ángel de la guarda del presidente: lo que está en juego no son solo las instituciones políticas y militares, sino el honor y la integridad física de un protagonista que cierra así su arco de desarrollo. Butler ofrece una interpretación mucho más razonable para un hombre de su edad y, en lugar de encarnar a un héroe imparable, se nos presenta cansado, con evidentes secuelas físicas y psicológicas que arrastra de misiones anteriores. Puede que sea la primera vez en la saga en la que el espectador llega a temer por el destino de Banning a medida que lo acompaña en su proceso de redención.
El contrapunto al tono grave que rodea al personaje lo pone su reaparecido padre (interpretado por un notable Nick Nolte), que sirve tanto de alivio cómico (en sustitución de las bromas a las que Banning nos tenía acostumbrados) como para indagar aún más sobre su pasado. En general, el equilibrio entre los momentos dramáticos y los más ligeros está muy logrado, y la inclusión de Nolte es una de los puntos fuertes de la película.
Comparada con Objetivo: La Casa Blanca, es cierto que quizá esté un punto por debajo en cuanto al impacto de las escenas de acción, pero estas siguen siendo de lo mejor que ha ofrecido el género en los últimos años. Si a eso se le suma un evidente esfuerzo por mejorar los aspectos narrativos del film, el resultado es un blockbuster muy sólido que supera en todos los aspectos a la segunda entrega y deja con ganas de una cuarta.