2´5 Butacas de 5
En esta nueva normalidad que nos toca vivir, hay algo siniestramente oportuno en la llegada a nuestros de cines de una distopía futurista sobre la deshumanización provocada por un sistema de salud a priori perfecto. Solo por eso (y por la alegría de ver que volvemos a tener estrenos de anime tras varios meses de sequía), Human Lost tiene garantizada al menos su vigencia: se trata de una película que, bajo los fuegos de artificio de una ambientación futurista demasiado convencional como para sorprender ya a nadie, al menos plantea un debate tan interesante como pertinente. ¿Hasta qué punto puede el Estado alargar y proteger la vida de sus ciudadanos? ¿Quién debe ser el responsable de gestionar semejante tarea? Y más importante aún: ¿cuál es el coste, en el sentido más amplio del término?
Las raíces de este debate sobre los límites de la humanidad que la película plantea se encuentran ya en la célebre novela de Osamu Dazai Indigno de ser humano (1948), en la que Human Lost se basa muy libremente. Por desgracia, la cinta le hace un flaco favor a la que está considerada como una de las obras literarias más populares de la historia de Japón, pues ninguna de sus aportaciones enriquece al texto. Más bien al contrario.
Desde el punto de vista narrativo, Human Lost es un absoluto desastre: de sus casi dos horas de duración, la primera está dedicada casi en exclusiva a explicar con un estilo tediosamente expositivo los pormenores de este aterrador futuro en el que transcurre la historia. Esto ya bastaría de por sí para lastrar cualquier película, pero es que, además de larga, la explicación resulta demasiado confusa e intermitente: al llegar a la mitad, uno tiene la sensación de haber recibido un bombardeo de información durante 60 minutos y, de algún modo, habérselas arreglado para seguir teniendo dudas sobre lo que ocurre.
Tampoco ayuda que el resto de ingredientes de la cinta sean convenciones del anime vistas un millón de veces. Si Human Lost se permitiera al menos el lujo de salirse de las fórmulas establecidas, al menos habríamos tenido un aliciente para soportar ese chaparrón informativo, pero esto no ocurre. De forma sintomática, la que podría haber sido una de las escenas de acción más memorables de la película (la persecución por autopista) se convierte en un doloroso recordatorio de que estamos viendo un anime inferior a Akira en todos los sentidos pese a ser treinta años posterior. Ni siquiera la animación ayuda a reivindicar Human Lost, que en demasiadas ocasiones alterna entre destellos de gran calidad técnica y un batiburrillo de imágenes generadas por ordenador sin personalidad ni atención por el detalle.
En conjunto, muchos de los problemas de estructura y desarrollo de los personajes podrían haberse solucionado abandonando la idea del largometraje en favor de una serie para televisión. Al llevar a cabo la adaptación (aunque sea mental) de la película, uno recuerda de pronto que Human Lost tiene detalles interesantes y un trasfondo que habría valido la pena explorar como es debido. Es una pena, por tanto, que la ejecución del material base sea tan pobre. Habrá que esperar un futuro más amable y quedarse con la buena noticia de que el cine, poco a poco, va regresando a nuestras vidas.