4 Butacas de 5
Melina Matsoukas nos relata una historia de un continuo balanceo entre el peligro y la esperanza. Un viaje de seis días en el que los protagonistas, Queen y Slim, en ocasiones comparados con los famosos Bonnie y Clyde, tratan de huir de Estados Unidos tras verse envueltos en un trágico suceso.
El largometraje narra la historia a través de hermosas imágenes cuya armonía y equilibrio transmite una paz que parece oponerse a la caótica situación que rodea a los protagonistas. Sin embargo, refleja a la perfección lo que supone este viaje para los personajes. Este no es un camino por el progreso de la sociedad, no es un cambio en el mundo ni en la ley. El camino que estos dos jóvenes recorren sobre el interminable asfalto de las carreteras se convierte en un camino a través de sus propios pensamientos, sus ideales y sus deseos. Es precisamente esto lo que me ha enamorado de la película. El desigual ritmo de la trama, el suave fluir de las imágenes, la variada y fascinante banda sonora ambientalista consiguen atrapar al espectador en el mundo de los protagonistas. El espectador vive los sucesos de la mano y a la vez que estos y empatizar con sus personalidades y su historia se hace de forma casi automática.
Queen y Slim, interpretados por Jodie Turner-Smith y Daniel Kaluuya respectivamente, son personajes que, aunque en un principio casi opuestos, se van conociendo y acercando, influyendo el uno en el otro. Su transformación, instigada por el diálogo, es tan bella como sutil y se observa desde el primer momento hasta que llega a su clímax en los últimos planos de la película. Cuando la muerte te está pisando los talones no hay tiempo para mirar atrás, lo que en un principio es la necesidad de conocer al otro se convierte en la de conocerse a uno mismo. Pero no solo conocerse, también aceptarse, quererse y mostrarse como uno es realmente, este, por más peligro que rodee a los personajes, será el mayor desafío para ambos. Son los íntimos y naturales diálogos entre los protagonistas los que nos permiten entrar en sus complejas mentes. Complejas porque si hay algo que el largometraje consigue desde el minuto uno es mostrarnos la profunda y fuerte personalidad de Queen y Slim.
Aunque en un principio sus preocupaciones y frustraciones están muy alejadas, con el tiempo y el miedo a perderlo todo sin dejar un legado estas se van acercando hasta convertirse en la pieza central de sus conversaciones. El destino, la existencia de Dios, la prueba de la propia existencia, el propósito y el legado de una persona son algunos temas que protagonizan los debates de estos dos jóvenes. Sin embargo, de esta amistad casi forzada comienza a florecer un profundo amor y cariño por el otro (evolución que los actores consiguen transmitir de una forma natural y sincera) y una nueva temática aparece para superponerse a las demás: el amor. El amor propio, el amor por la familia y el amor romántico. Ella busca alguien a quien mostrar sus heridas, y él, alguien que se convierta en su legado.
Otro aspecto que destacaría de este largometraje es su estética. Aunque la historia se desarrolla en el presente, la obra no teme mezclar un aspecto vintage, como el del coche de la pareja o los restaurantes que visitan, con escenarios muy actuales llenos de los carteles de neón y uñas acrílicas. Esta unión armoniosa, a mi parecer, enriquece las imágenes, modernizándolas a la vez que las dota de una identidad, y las hace aún más bellas.
Esta es una obra para disfrutarla, de sus imágenes y su música, de sus personajes y su trama, y sobre todo de sus diálogos. Es una hermosa experiencia audiovisual con la que creo que todo espectador podrá emocionarse.