2´5 Butacas de 5
Tres años después de que Brian de Palma (El fantasma del paraíso, 1974) comenzara su rodaje y después de sufrir una serie de catastróficas desdichas por el camino, llega a nuestras pantallas Domino, un thriller policíaco de acción que tiene como telón de fondo el panorama convulso que vive Europa en particular y el mundo en general, un panorama marcado por el terrorismo visceral y el radicalismo ideológico.
Ante todo hay que decir que Domino es un milagro cinematográfico. No, no se trata del manido tópico que buena parte de la crítica suele emplear con el fin de ensalzar una obra de manera hiperbólica; la nueva película del director de Passion, o, mejor dicho, su estreno es un milagro. Si tenemos en cuenta todos los problemas que sufrió de producción, financiación y pagos de personal (aún hay parte del equipo técnico y figurantes que reclaman su salario correspondiente), que podamos disfrutar, aunque tarde, de esta cinta debería considerarse todo un prodigio. Lamentablemente, todos los avatares con los que el film que nos ocupa se ha ido topando en su recorrido se hacen patentes en el metraje, algo que muchos espectadores, sobre todo los fans más acérrimos del bueno de Brian, no pasarán por alto.
Uno de los fenómenos que nos encontramos a lo largo de la cinta es la irregularidad, tanto formal como argumental. Y es que nos encontramos con algunas escenas de acción muy logradas y otras que rozan el ridículo, pues el responsable de Misión:Imposible (Mission: Impossible, 1996) yerra de manera estrepitosa cuando pretende extrapolar los códigos del blockbuster hollywoodiense a una película europea de bajo presupuesto, mermando una de las grandes fortalezas con las que suele contar el cine europeo en comparación al cine comercial de Hollywood: la credibilidad, algo de lo que gran parte de esta cinta carece por culpa de un guión errático, patinado por diálogos banales y situaciones dramáticas absurdamente inverosímiles que provocarán la carcajada en el público más exigente.
Pero no, queridos lectores, pese a sus inevitables limitaciones, no todo en Domino es insalvable, pues el estilo de Brian de Palma, aunque este no se encuentre en sus horas más álgidas, se vislumbra en no pocas escenas: la cámara partida mil veces vista en su filmografía y los guiños propios hacia Alfred Hitchcock no podían faltar, lo que supondrá una gratificación para los fanáticos de películas como La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) o Impacto (Blow Out, 1981). Asimismo, una música, acorde a la propuesta, que ensalza las escenas más inquietantes, una fotografía que empaca el conjunto de manera notable y algunos planos que sobreviven a la irregularidad que sufre la puesta en escena hacen de Domino un thriller solvente en sus mejores tramos e interesante (también algo decepcionante) para los fans de Brian de Palma.
Como conclusión decir que, fiel a su estilo en ciertos aspectos, la nueva película de Brian de Palma es graciosa cuando no tiene que serlo y aburrida cuando se ahoga en diálogos fútiles, pero, pese a sus sombras, tiene suficientes momentos de lucidez como para mantener en tensión al aficionado del thriller y germinar la nostalgia en los fans más apasionados del director de Vestida para matar.