3 Butacas de 5
Las chicas del cable nació para explorar la situación femenina a inicios del siglo XX y así ofrecer un reflejo simbólico de las continuas luchas de la mujer contemporánea. Esto provocó que el grupo titular pasara por toda clase de adversidades y que muchos se preguntaran hasta dónde nos llevaría su trama, una duda que se magnificaba ante la cercanía temporal de la Guerra Civil. La quinta y última temporada finalmente resuelve la incógnita con una inmersión directa en el asedio de Madrid y con ello conocer el rol fundamental que jugaron tantas féminas en el mayor conflicto bélico en la historia de España.
Para cumplir esta premisa, la serie nos traslada siete años después del último encuentro entre las chicas, con Lidia (Blanca Suárez) abandonando la seguridad de la vida americana y regresando a su país al enterarse que la joven Sofía se ha incorporado al ejército republicano. Para localizarla, el personaje central recurrirá al apoyo de sus eternas amigas, quienes harán hasta lo imposible por cumplir la promesa que le hicieron a la difunta Ángeles (Maggie Civantos).
El visionado de los dos primeros episodios deja claro que estamos ante el arco más ambicioso en toda la historia de la serie. Primero porque el tiempo transcurrido implica cambios en todos los personajes, los cuales son realizados de manera coherente y orgánica con lo visto anteriormente. El trasfondo bélico también implica nuevos desafíos, con las chicas encarándose con el eterno sistema machista, esta vez magnificado por la corrupción y toda clase de intereses. A esto sumemos el miedo por Sofía, símbolo de una importante promesa en nombre de la amistad que les ha unido por años.
Como ya es una tradición, la serie brilla por su diseño de producción y de vestuario. La gran diferencia es que en esta ocasión lo hace con una Madrid semidestruida, mientras que sus numerosos habitantes reflejan las necesidades propias de la época con ropajes más modestos que en ocasiones deambulan en los harapos.
La producción de Las chicas del cable sigue siendo tan impresionante como el primer día, pero no podemos decir lo mismo del guion que desaprovecha muchas de las oportunidades narrativas surgidas de la premisa. Esto se debe a que la búsqueda de Sofía conduce a reencuentros incómodos para Lidia que, si bien resultan importantes para el desarrollo de la trama, son priorizados en exceso, lo que implica el sacrificio de otros arcos con temas más relevantes. Tal es el caso de Sara/Óscar, cuya participación en los dos primeros episodios es virtualmente nula.
Esto también repercute en las actuaciones, pues algunos diálogos son tan rebuscados que reducen la credibilidad al mínimo. La más afectada en este campo es Blanca Suárez, quien se esfuerza al máximo, aun cuando sus palabras le impiden plasmar el sufrimiento de su personaje ante la partida de la chica que ha criado como su propia hija.
A pesar de estos tropiezos, queda la esperanza de que Las chicas del cable pueda retomar el vuelo en los episodios restantes de esta primera parte, así como en la segunda entrega que marcará en final definitivo de la serie. Después de todo, estamos ante un show que tiene garantizado su lugar en la historia por muchas razones y que bien merece una conclusión digna de su legado.