4 Butacas de 5
Fotografías, palabras, conversaciones que se rehúyen… Son algunos de los principales elementos del estreno de Ana Bustamante como directora; documental que ya ha hecho parada en festivales importantes como el de La Habana y Festival Internacional de Cine de Guadalajara.
Guatemala en el pasado, como escenario de conflictos internos de mano de las fuerzas armadas y dictatoriales; y en el presente, como país cuyo gobierno trata de esconder las pruebas de la verdad. Y en este paisaje de Centroamérica, Bustamante quiere conseguir un esbozo del papel de su padre en ese turbulento pasado.
“No permiten que haya justicia”, declara en el metraje uno de los allegados del padre de de la directora. Uno de los muchos que ayudan a allanar el territorio para aclarar cuál fue la situación de Emil Bustamante durante aquellos momentos convulsos. Poco a poco, se van desentrañando situaciones y un tímido retrato del difunto se va esbozando en la mente de la directora.
Un recorrido laberíntico a la par que necesario para que un delito de genocidio no quede en el olvido y para que una hija pueda conocer a su padre, que una madre recuerde a su esposo y que un tío recuerde a un hermano. Gracias a los testimonios de aquellos más cercanos, se construye la identidad de Bustamante como si de un espejo roto se tratara, en el que al mirarse recuerdan sus propias vivencias.
Un tono sincero que transmite tanto indignación como tristeza ante puertas que se cierran a los hechos del pasado. Un relato de múltiples partícipes y una directora que orquesta un amplio abanico de elementos disponibles para que los espectadores podamos ponernos en la piel de todos los narradores y nos veamos envueltos de esa inseguridad que marcó a un alto porcentaje de personas guatemaltecas.
Valientes y elocuentes silencios puntúan esta pieza documental tan íntima y colectiva a la par que busca una conexión empática que nos haga comprender.
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