Valoración: 2´5 Butacas sobre 5
Una comunidad de pájaros incapaces de volar emprende una misión kamikaze lanzándose en tirachinas contra una nación de cerdos ladrones de huevos y aficionados a la ingeniería cutre. ¿Daba el argumento para una película? Pues seguramente no, pero el éxito de la primera entrega (que sigue siendo la tercera adaptación de un videojuego más taquillera de la historia, ojo al dato) hizo inevitable que los antaño omnipresentes pájaros de Rovio regresasen a la gran pantalla.
Lo cual es una buena noticia si (y solo si) Angry Birds te dejó con ganas de más, porque esta secuela es una explotación hasta el absurdo de las virtudes y fallos de la anterior. Su humor desenfadado concede algún guiño al slapstick clásico que, en otro recipiente más cuidado, habría servido como aliciente para dejarse convencer por la propuesta, pero ahí queda todo. Los gags (algunos francamente divertidos, y otros con sabor a cena precocinada) no logran salvar un argumento fabricado a base de retales: está el tópico de los viejos enemigos que se ven obligados a colaborar, la trama amorosa entre dos personajes que no se soportan, una villana que… bueno, no es necesario hacer spoilers, pero basta con decir que se trata sin lugar a dudas de lo peor de la cinta, tanto por su personalidad y (falta de) motivaciones como por un final que parece arrancado de otra época.
En cuanto a la animación en sí, poco hay que criticar: la película no es un derroche de técnica, pero consigue plasmar con gracia los personajes del videojuego y dar profundidad a su mundo. El problema es de escritura, y la excusa de que se trata de una película dirigida al público infantil no debería valer, porque existen innumerables ejemplos de productos “para niños” que no tienen nada que envidiarle a obras escritas pensando en un target adulto. El personaje de Red es interesante y la moraleja final convence, pero el argumento se queda tan corto que se ha rellenado el metraje con una subtrama protagonizada por tres polluelos que, pese a ser del todo prescindibles a efectos de guion, acaban siendo uno de los aspectos más simpáticos del film. Eso ya basta como indicativo de que algo no funciona bien.
Otro aspecto irregular (aunque de este no tiene la culpa Rovio) es el doblaje al castellano. Algunas de las voces (entre las que destaca un José Mota colosal que hace justicia al mejor personaje de la película) son bastante acertadas, pero otras dejan bastante que desear: de forma destacada, el trabajo de Santiago Segura dista mucho de contarse entre los más meritorios del actor.
En conclusión, se trata de una película solo apta para los que disfrutaron de la primera y para los que busquen un entretenimiento estival para los más pequeños. No juega (ni lo pretende) en la misma liga que Toy Story 4, pero al menos proporciona algún momento divertido.