2´5 Butacas de 5
Tal vez penséis que el cine español es especialista en hacer comedias, pero no es así. Ante todo, el cine español es especialista en hacer dramones. Además, dramones de todo tipo: Camino, Celda 211, La enfermedad del domingo, La isla mínima o Volver son claros ejemplos de esto. Hay veces que, incluso, nuestra industria se ha atrevida a retratar el drama de la emigración o inmigración española, en películas como Un franco, 14 pesetas o Volver a empezar (primera película española en conseguir el Oscar a mejor película internacional). Sin embargo, nunca hemos tenido una obra que nos relate el drama de la inmigración en África, hasta ahora. Hoy hablamos de Adú, la nueva película de Salvador Calvo.
Adú es una película que nos cuenta el drama de la inmigración desde tres perspectivas distintas: la primera, desde la de un padre que tendrá que cuidar y proteger a su hija de las malas compañías; la segunda, desde la de un policía que trabaja en la valla de Melilla y que se verá envuelto en una polémica a causa de una muerte; y la tercera, desde la perspectiva de dos jóvenes africanos que lucharán contra los elementos y la sociedad para llegar hasta España y poder, así, vivir una vida normal.
Estas tres tramas conforman una historia que es, ante todo, buena. Adú es una película tremendamente emocionante, tanto que incluso puede llegar a incomodar y hacerte reflexionar sobre el mundo que estamos dejando. El mensaje sobre el drama de la inmigración que hay en nuestra sociedad es muy poderoso, y esta utilizado con la intención de hacer pensar a la audiencia sobre nuestras decisiones y acerca de nuestra empatía con los más desfavorecidos. Ese es, seguramente, el punto más positivo de la película. Una película que logra lo que se propone: emocionar al público.
Sin embargo, esta emoción que comentábamos en el párrafo anterior hay veces que se pasa de la ralla. En muchas ocasiones, Adú termina resultando incomoda, incluso manipuladora, con su retrato de las desgracias de estas personas. No tiene ninguna piedad sobre estas historias ni la pretende tampoco, porque al fin y al cabo es tan real como la vida, pero creo que la cinta termina sobrepasando la línea, llegando a manipular al espectador hasta el extremo. Casi incluso puedes intuir en qué momentos quiere que al público le salga la lagrimita. Y eso tampoco está bien. La película tiene un buen fondo y un mensaje increíble, pero se regodea demasiado en sus desgracias y en el sufrimiento de unos personajes que no se merecen lo que les pasa.
La dirección de Salvador Calvo sí es buena y notable. Se nota que el director sabe qué puntos tiene que tocar para lograr que la historia sea emocionante y lacrimógena. Uno de sus grandes fallos recae en la estructura que tiene el guion. Al tener tres historias diferentes protagonistas de la película, la película termina quedando desproporcionada y mal estructurada, haciendo que una trama pese sobre las otras dos, ocupando la mayor parte de la acción y la emoción, y emborrando al resto de personajes. El resto de las historias no encajan del todo bien con la principal historia que nos cuentan, e incluso llegan a apartar más que a apartar. Esto es la cumbre de un guion solvente, pero con fallos.
Por otro lado, la factura técnica de Adú es impecable. Todo el equipo de Salvador Calvo consigue trabajar muy bien, fusionando todos los apartados para conseguir una obra muy destacable a nivel técnico. La fotografía de Sergi Vilanova sabe bien como destacar y sacarle partido a ese paisaje africano tan precioso como triste, al igual que la música, que consigue hacer un poco más llevadero el tremendo drama que todas las historias recogen. Un viaje que consigue ser bonito, pero que termina cayendo en la tristeza y, sobre todo, en la realidad.
El apartado interpretativo también tiene sus claros y oscuros. Por un lado, los actores jóvenes son toda una revelación. Concretamente, Moustapha Oumarou consigue una interpretación increíble para tratarse de un niño sin experiencia previa. Su papel como el joven Adú es conmovedor y conseguirá conquistar a los espectadores. Por otro lado, Luis Tosar y Adam Nourou también logran una interpretación tremenda, aunque el verdadero protagonista sigue siendo el joven que da nombre a la película. En otro punto tenemos a Anna Castillo y Álvaro Cervantes, que no parecen estar en su mejor papel ni en su mejor interpretación en Adú. Ninguno de los dos jóvenes termina por encajar.
En conclusión, Adú es una película que puede llegar a pasarse de emotiva. Logra con creces emocionar al espectador con sus momentos de lágrima y gracias a las relaciones que se establecen en la película, pero termina convirtiéndose en una obra manipuladora, incómoda y tremendamente desgraciada. A esto se suma una estructura fallida, que acaba decantándose más por una de las tres historias y que desestructura por completo la película, haciendo que dos de las tramas no se fusionen por completo. Moustapha Oumarou logra una interpretación sobresaliente, convirtiéndose en la gran estrella de la película.