4 Butacas de 5
El cine, como cualquier arte incluso antes de poder llamarse así, ha tenido como enfoque principal la vida. Nace de ella, sin vida no podría haber arte, nadie sería capaz de crearlo o apreciarlo, por muy obvio que pueda sonar. Y no es nuevo ver en la gran pantalla la vida como eje principal, solo hace falta echar un vistazo a lo que tenemos para darse cuenta de ello. Aun así, como bien ha demostrado siempre el arte, hay miles de maneras de proyectarlo. El director sueco Roy Andersson, ganador del león de plata del festival de Venecia, ha pintado una curiosa reflexión de la vida en un formato que, aunque parezca que hayamos visto antes, sigue siendo nuevo para nuestros ojos.
Sobre lo infinito es un filme lleno de “minitramas” que proyectan en un ritmo lento y desordenado distintas exageraciones de sucesos cotidianos que, por suerte o por desgracia, hemos podido, o no, presenciar de alguna manera a lo largo de nuestra vida. Desde un joven encontrando por primera vez el amor, hasta la angustia y dolor de un Hitler sin salida.
Siendo honestos, es asombroso ver como en tan pocos planos, una película puede transmitir tanto. Roy Andersson ha aprovechado dos de los grandes artes, convirtiendo su paleta en una cámara que ha sido capaz de plasmar, como buena obra de arte, la esencia de la vida, con todos los contrastes que esta conlleva: la edad, el amor, el dolor, la felicidad, la frustración, la desesperación…
Por desgracia también hay que ser realistas con este tipo de cintas. Estas obras están hechas por y para su autor. No todos vamos a ser capaces de gozar de su expresión. La película se sale de la industria convencional, con sus cintas llenas de acción y movimiento, algo de lo que carece Sobre lo Infinito. Pero es algo de lo que su director es consciente, no todo podemos pensar igual, y algunos tienen pensamientos únicos imposibles de ver en más de una persona. Creo que Roy Andersson es una de esas personas, y con esta obra lo ha demostrado con creces, consiguiendo innovar trayéndonos el pasado en un formato único.
Es una obra que merece la pena ver al menos una vez en la vida. Con ella, uno puede reflexionar sobre las pequeñas cosas que esta trae, algo que todos necesitamos hacer de vez en cuando para darnos cuenta de lo que tenemos a nuestro alrededor. Por lo que, si podéis invertir la escasa hora y cuarto que también caracteriza a este largometraje, recomiendo echarle un vistazo, porque cualquier cosa que nos saque de las costumbres, aporta más valor a nuestra realidad.