2 Butacas de 5
Presentada en la sección oficial del Festival de Berlín y ganadora del premio a mejor actriz ex aequo en el de Sevilla, nos llega una de las propuestas que, pese a no hacer mucho ruido, se sostenía como una de las más interesantes de la sección oficial de ambos festivales.
La cinta, dirigida por Teona Strugar Mitevska, se desarrolla en un pueblo de Macedonia. En él, todos los años es celebrado un ritual en el que un sacerdote lanza una pequeña cruz de madera al río que un grupo de hombres tendrá que buscar. Aquel que la encuentre primero, ganará la buena suerte. Sin embargo, el pueblo se verá sacudido cuando sea una mujer la que la obtenga.
Con un punto de partida centrado en la tradición cultural, en la que por primera vez una mujer -para más inri gorda, fea y desempleada- obtiene la cruz tan codiciada por los hombres, se compone una crítica a la sociedad machista y la estupidez perfectamente extrapolable a muchos otros lugares, no exclusivamente a un pueblecito recóndito de Macedonia. El relato de una mujer que se rebela ante el sistema y el del machismo se han desarrollado en muchas ocasiones, pero en Petrunya resulta agotador y cargante.
Tras un inicio potente, en su desarrollo se pierde y parece que, pese a saber qué es lo que quiere denunciar, la película no encuentra la forma acertada de hacerlo. A esto contribuye el nefasto desarrollo de la protagonista, que aunque sea una buena interpretación, por momentos resulta más infame y estúpida que la de aquellos hombres tan horripilantes que pretende denunciar. Y en ese punto se estanca la película durante más de una hora, en la que las escenas parecen repetirse una y otra vez hasta el hartazgo, sin llegar a ningún sitio; quedando en el olvido.
Podríamos concluir diciendo que Dios es mujer y se llama Petrunya tiene intenciones claras, pero la película se queda en un quiero y no puedo. La combinación de tradición arcaica y salto al mundo moderno podría dar resultados interesantes. Lamentablemente este no es el caso.