3 Butacas sobre 5
En el año 2014, llegaba a nuestras carteleras la película francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, que narraba en clave de comedia el sufrimiento de un padre (Christian Clavier) por el hecho de que sus cuatro hijas se fueran a casar con hombres de religiones y culturas distintas a la suya. Así pues, teníamos un film que trataba el tema del racismo con amabilidad e ironía y que tenía la vis cómica de Clavier y el resto del elenco (Chantal Lauby, Ary Abittan, Medi Sadoun, Frédéric Chau, Noom Diawara, Frédérique Bel, Julia Piaton, Émilie Caen, Élodie Fontan y Pascal Nzonzi, cada uno aportando su buen hacer a favor de obra) como motor para que los chascarrillos ahí presentes funcionaran en los momentos idóneos, para que el espectador conectara con los momentos más divertidos de la cinta. Y, en efecto, conectó: fue la película más taquillera en Francia en el año 2014, recaudando más de 100 millones de euros a nivel local y más de 170 millones de dólares a nivel global (aquí en España aportamos casi 9 millones) partiendo de un presupuesto de tan sólo trece. El encomiable trabajo de los actores protagonistas, que contagiaban al público su disfrute a la hora de rodar; la ligereza con la que el director y co-guionista de la cinta, Philippe de Chauveron, narraba la historia y el carácter universal y universalizable de la misma cautivaron a propios y extraños, consiguiendo que en estos momentos, Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? la tercera película francesa más taquillera de la Historia, sólo superada por Bienvenidos al norte (Dany Boon, 2008) e Intocable (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011), demostrando de esta manera que en Francia, al igual que en España, el género nacional que triunfa es la comedia.
Ahora, cinco años después de dicho éxito, llega a nuestras pantallas su secuela: Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho… ahora?, película que viene de repetir éxito comercial en Francia, donde ha convocado, a día de hoy, a más de siete millones de espectadores en las salas galas. Tanto equipo técnico como equipo artístico repiten para hacernos reír una vez más y hacernos olvidar nuestros problemas y quehaceres durante hora y media. ¿Lo consiguen? Por supuesto. Tal vez sea cierto que tras su visionado, nos quedará la sensación de que este film que nos ocupa es, al fin y al cabo, una secuela innecesaria hecha en consonancia con el triunfo taquillero que supuso su predecesora, pero no deja de ser una comedia efectiva, fresca y bastante sólida que divertirá al espectador más escéptico (aunque es muy probable que la acabes olvidando pasados unos días).
En esta nueva entrega, el tema racial, aunque presente, pasa a segundo plano, dejándole el protagonismo a otro drama vital que volverá a poner patas arriba la vida de Claude Verneuil (Christian Clavier) y su mujer Marie (Chantal Lauby): sus cuatro hijas quieren probar suerte viviendo en otros países del mundo (ninguno cerca de Francia). Así pues, el objetivo de Claude y Marie será impedir a toda costa que abandonen el país galo, lo que dará pie a situaciones tan rocambolescas como hilarantes. Aunque, a decir verdad, las escenas más desternillantes proceden de André Koffi (Pascal Nzonzi) , el consuegro costamarfileño del personaje de Clavier que sufrirá terriblemente cuando se entere de que su hija se va a casar con una mujer.
También hay que decir que esta nueva entrega de la serie no consigue mantener un equilibrio entre las distintas tramas que presenta y que no sorprenderá a nadie si digo que Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho… ahora? es inferior a su antecesora, pero conseguirá dibujar una sonrisa (e incluso arrancará algunas carcajadas) en el rostro de quien se acerque al cine sin otra pretensión que la de pasar un buen rato.