'Ghostlight': actuar o morir, esa es la cuestión

'Ghostlight': actuar o morir, esa es la cuestión

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Ghostlight, dirigida por Alex Thompson y Kelly O’Sullivan (y escrita por esta última), es un drama familiar sobre la pérdida. En la familia protagonista, todo va mal, descentrado, porque la pieza que falta no les deja seguir adelante.

Daisy, la hija, está siempre a punto de ser expulsada del instituto. Tiene mal genio, es violenta y maleducada. La responsable del centro llama a sus padres y les recomienda llevarla al psicólogo.

Pero Dan, el padre, y Sharon, la madre, son el reflejo de lo que le ocurre a su hija.

La familia deambula sin rumbo, sin saber cómo relacionarse entre sí ni con el mundo que les rodea. Son fríos, apáticos y groseros, tanto entre ellos como con los demás.

Hasta que un día, Shakespeare entra en sus vidas.

La película es bonita y sencilla. Es una extraña reinterpretación contemporánea de las tragedias de Shakespeare. Pero el punto de partida es el final de una de sus obras. ¿Qué ocurre después de una tragedia? ¿Qué pasa con las familias de los protagonistas? ¿Cómo se supera algo así?

Este planteamiento es muy original, muy meta, y un curioso homenaje al teatro; y, sobre todo, a la actuación como herramienta para sentir y llenar vacíos.

La película tiene una dirección sobria, interpretaciones teatrales y una historia emotiva. No se aleja demasiado de lo que realmente sería ponerse delante de un escenario.

Sin embargo, en muchos momentos Ghostlight se convierte en lo que cabría esperar que fuera.

Es la pica familia disfuncional. Varias veces sentí que estaba viendo un episodio triste de Los Simpson. No está mal: de hecho, los episodios tristes de Los Simpson siempre fueron los mejores. Pero le falta ese elemento sorpresa que me habría mantenido más enganchado a la película.

Aun así, el resultado es dulce, emotivo y tiene el potencial de sacarte una lagrimita de vez en cuando.