3 Butacas de 5

El próximo 9 de mayo se estrena en España Enemigos (2025), el primer largometraje de ficción en solitario de David Valero (Los increíbles, Scratch) protagonizado por Christian Checa (En los márgenes) y Hugo Welzel (El hijo zurdo) que utiliza los códigos del cine quinqui para salirse pronto de sus márgenes y sorprender con una historia llena de humanidad.

Chimo (Christian Checa) vive con su madre (Estefanía de los Santos) y su hermana (Luna Pamiés) ganándose la vida como puede. Un día, El Rubio (Hugo Welzel), un abusón que lleva haciéndole la vida imposible desde pequeño, le roba la moto que tanto esfuerzo le ha costado conseguir, por lo que el adolescente busca un modo de vengarse que le llevará a lugares insospechados.

La película arranca y recuerda de inmediato al cine quinqui renovado que proponían recientemente trabajos como Mi soledad tiene alas (2023, Casas) o Las leyes de la frontera (2021, Monzón) por sus personajes y su virulento entorno. Sin embargo, al poco de su arranque el camino da un vuelco inesperado y la historia pasa a ser otra cosa. Donde solo parecía haber violencia surge un humanismo hermoso que pone en alza el valor de la paz en un mundo en constante enfrentamiento. Es un canto a la reconciliación cuando no se espera más que enemistad que, al ritmo de Ready pa morir del granadino Yung Beef ─rima con Quien a hierro mata (2019, Plaza) ─, suscita más ternura aún por contraposición con el entorno en que se sitúa la historia.

Enemigos resulta refrescante, aunque bastante previsible y no tan original una vez descubierto el pastel, pero funciona como profundización en las conductas negativas y abusivas generalizadas, sin dejar de ser algo estereotípica. Es una visión en cierta forma optimista sobre el trasfondo del bully, sobre las razones que llevan a una persona a actuar de una forma tan cínica que, en la mayoría de las ocasiones, no es gratuita. Es cierto que la película es emotiva por su tratamiento de la relación entre los personajes, pero tras una revisión en frío se percibe algo forzada; creo que es complicado llegar a una situación así y la amistad se forja con bastante rapidez, pero, aun así, logra cautivar.

David Valero fusiona el ambiente más quinqui ─el personaje de José Manuel Poga es despreciable─ con un drama de afectivo bastante solvente, que no deja de ser efectista en algunos puntos de su construcción, para ofrecer una reflexión universal sobre la capacidad humana de transformar su interior. No sé el alcance que tendrá, pero en cualquier caso merece la pena darle una oportunidad.

