4 Butacas sobre 5
Desde los comienzos del séptimo arte, el cine se ha caracterizado por contar historias de ficción, que normalmente no sucederían en la vida real, y en algunos casos llenas de fantasía y acción a raudales. Sin embargo, en ciertas ocasiones, el cine reserva películas para tratar los problemas y la vida de gente corriente, de la calle, como tú o como yo. En España no somos muy dados a contar tampoco este tipo de historias (salvo en contadas excepciones), pero llega a la cartelera una película que nos vuelve a traer una historia cargada de normalidad y, sobre todo, tristeza. Llega La hija de un ladrón.
En La hija de un ladrón, Belén Funes nos cuenta la historia de Sara, una joven de 22 años cuya vida no ha sido fácil. Tras la entrada de su padre en prisión, la chica ha tenido que encargarse de la manutención de su hijo y de su hermano pequeño, viviendo en un pequeño piso de acogida, con una pequeña sordera y luchando cada día por llegar a fin de mes. Su vida dará un vuelco cuando su padre salga de la cárcel y entre en su día a día de nuevo, pero Sara ya no es la misma de antes.
Lo primero de todo, quiero destacar lo que comentaba al principio de esta crítica: el hecho de que esta cinta sea, ante todo, una historia sobre gente corriente. Deberíamos de sentirnos orgullosos de que sigan existiendo películas como esta, que nos tratan los problemas de una persona normal, como es su protagonista, y que dejan a un lado la ficción o lo más fantasioso para centrarse en una historia normal, en la que cualquiera nos podríamos ver reflejados. El hecho de que La hija de un ladrón nos cuente la vida normal de Sara podría hacer que muchos pensasen que es una película en la que no pasa nada, pero no amigos: pasan muchas cosas.
Una de las cosas más destacables que tiene La hija de un ladrón es su factor social, como venimos recalcando. Hace una magnifica reflexión sobre las relaciones padre-hijos y sobre cómo los errores de los progenitores siempre terminan haciendo mella y teniendo consecuencias en los hijos, a la par que hace un exquisito trabajo de representación de una pobreza que no estamos acostumbrados a ver en el cine. Normalmente, el séptimo arte se dedica a contar historias de gente media, o alta, o en la pobreza más absoluta. Sin embargo, Funes hace en esta película una representación de esa clase social que, a pesar de ser pobre, tiene el suficiente dinero como para vivir bajo un techo y para comer, una clase social que para nada ha sido mostrada en exceso en el cine.
Por otro lado, hay que resaltar la espectacular dirección de Belén Funes, que realiza la que podría ser, fácilmente, la dirección novel del año con La hija de un ladrón. La catalana dirige su ópera prima desde la verdad, con la realidad como bandera y con una emoción y un realismo palpable en cada plano, algo que muchos directores experimentados desearían conseguir con sus películas. Además, la directora también escribe el guion de la película, un guion que deja sin palabras al espectador y que cuenta con diálogos demasiado rotundos como para ser reales.
A pesar de todo esto que hemos comentado sobre la ópera prima de Funes, la que verdaderamente mueve la película y es el centro de esta es la maravillosa Greta Fernández. La actriz realiza el mejor trabajo de su (corta) carrera en La hija de un ladrón, con un papel que es imposible que no te cautive durante la cinta. Una interpretación emocionante y que se come la película desde el primer momento. Y bueno, ya no es solo que la interprete lo haga de lujo, sino que lo realiza con tanta verdad que incluso, a pesar de no tener la misma situación que ella, todos nos podemos ver representados desde algún punto, ya sea por no tener trabajo o por vivir siempre con la angustia de qué pasará al día siguiente. Sara es pura verdad.
Obviamente, no nos podíamos olvidar de mencionar al siempre notable Eduard Fernández, quien se convierte en el padre del personaje que interpreta su hija, un personaje lleno de claros y oscuros que, además, resulta impredecible. En general, el reparto de La hija de un ladrón respira verdad, emoción y honestidad en cada plano, y eso es algo que no se puede dudar en ningún momento.
En conclusión, La hija de un ladrón es una de las mejores películas españolas del año. La ópera prima de Belén Funes es una cinta que respira verdad en todos y cada uno de los planos, con una historia doméstica, emocionante y que calará en el espectador sin ningún problema. La historia de superación de Sara es, sin duda, una de las mejores del año, con una Greta Fernández que dejará impactados a todo el público con su trabajo. Indudablemente, Fernández se merece todos los premios y halagos que le puedan regalar.