2 Butacas de 5
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Este viernes 21 de febrero se estrena en cines de España La tutoría (Armand) (2024), la ópera prima de Halfdan Ullmann Tøndel, nieto de los ilustres cineastas Ingmar Bergman y Liv Ullmann, que refleja con bastante inteligencia la falta de recursos y protocolos educativos frente al bullying y la complejidad en el juicio sobre las acciones infantiles, pero termina resultando monótona y se diluye al intentar transgredir.
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El colegio de su hijo Armand llama a Elizabeth (Renate Reinsve) para una tutoría privada junto a los padres de Jon. Al parecer, su pequeño de 6 años podría haberse sobrepasado con su compañero.
La ambigüedad es el elemento narrativo primordial sobre el que Halfdan construye La tutoría. En ningún momento queda claro qué ocurrió o siquiera si llegó a ocurrir, por lo que la tensión entre los padres de ambos integrantes del conflicto no hace más que acrecentarse, e información de la que como espectadores no disponíamos en un principio se nos va revelando inteligentemente para sostener la defensa de cada una de las partes. Es por esto que, junto a la ambigüedad, la ocultación —de la información precisa—, se convierte en otro factor elemental en la construcción del relato.
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Es interesante, también, el enfoque que Halfdan adopta en torno a sus personajes, pues la película se llama Armand por el niño que causa el conflicto principal, y trata sobre las relaciones de los alumnos, pero se centra en todo momento en las reacciones de los adultos a problemas que les quedan muy lejos pero muy cerca al mismo tiempo, además de reflejar la manera en que la conducta de los padres influye en la de los hijos y lo extremadamente perjudicial que puede llegar a ser.
Todo esto funciona bastante bien hasta que, superado el primer acto, la película se estanca en una monotonía de la que no se recupera, y entra en juego una dinámica de coreografías gratuitas y de aparente intención transgresora que no casa en absoluto con el tono general. El foco inicial, tan en contacto con cintas afiladas como La caza (2012, Vinterberg), Sala de profesores (2023, Çatak) o Monstruo (2023, Koreeda), que cuestionaban pilares fundamentales de la educación y la sociedad, se va perdiendo a favor de un relato cada vez más difuso y pretencioso que no termina de llevar a ningún sitio.
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Si comienza atrayendo, al poco tiempo rechaza por su extraña forma de desarrollarse y es complicado volver a conectar con sus imágenes, de forma que la inicial decepción va transmutando en hastío. Así termina y la sensación de vacío es máxima. Hay ideas con encanto, pero se pierde en un territorio de absoluta vacuidad.
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