3 Butacas de 5
‘Ciudad de asfalto’ (‘Asphalt City’), la nueva película de Jean-Stéphane Sauvaire, llega a las salas de cine en España este 10 de enero después de haber estado nominada a la Palma de oro por mejor película en Cannes y a mejor película (Sección Òrbita) en Sitges en las ediciones de 2023. El director, quién ha dejado claro que las historias potentes y dramáticas son lo suyo (‘Una oración antes del amanecer’, 2017. ‘Johnny Mad Dog: Los niños soldado’, 2008), continúa en su línea con este thriller ambientado en la caótica ciudad de Nueva York.
Ollie Cross (Tye Sheridan), un joven estudiante que se encuentra en proceso de entrar a la carrera de medicina, acaba de empezar como paramédico, patrullando en ambulancia para ganarse la vida y poder pagarse una pequeña y poco acogedora habitación en el barrio chino de la ciudad. Su compañero de oficio, Gene Rutovsky (Sean Penn), un hombre curtido en su oficio, supondrá un importante cambio en su vida, marcando el turbulento camino que este joven va a tener que recorrer, rodeado de sufrimiento y soledad, en una ciudad feroz.
Inicia con una secuencia que te mete de lleno en el asunto, con una rapidez y elegancia que ponen el listón muy alto nada más comenzar. El ruido de las sirenas se funde con los gritos de sanitarios y civiles mientras luces rojas y azules ciegan a Ollie, quién parece que se está enfrentando a, sino el primero, el segundo día trabajando en el frente de batalla. Te presentan al personaje de tal manera que te sientes uno más en ese caos, sin entender nada, sin saber a dónde mirar o qué va a pasar a continuación. A partir de aquí te espera una historia lineal con una estructura muy marcada. Se podría analizar fácilmente como una canción pop, con su característico “Intro-Estrofa-Estribillo-Estrofa-Estribillo-Puente-Estribillo-Outro”. La película va a ir alternando entre escenas independientes a la historia que muestran la faena de los paramédicos, llenas de tensión y movimiento, dado que casi siempre una vida está en juego; y las introspecciones y conflictos que sufre el protagonista, las escenas que hacen que la historia avance. Pensar en ello te puede molestar, tanta repetición y sencillez narrativa pueden acabar alejándote de la trama, lo que pasa es que el estribillo de la película es demasiado potente. Se podría decir, positiva o negativamente, que la película se sustenta sobre en esos momentos de crisis, siendo imposible desconectar en medio de una parada cardiaca.
¿En qué se queda esa otra parte entonces, la historia en sí, lo que le sucede a este chico y el mensaje que se quiere transmitir? Acabamos entendiendo que la dureza de la vida puede acabar superándote a ti y a tus ideales, convirtiéndote en un individuo que simplemente lucha por sobrevivir, que asume que todo es horrible y al que no le importa formar parte de ello. La relación de Ollie con su compañero Rutovsky y con el resto de personas que le rodean, parece que le catapultan a ese destino. Se nos presenta a un personaje con la tez muy blanca, con una chaqueta con alas, no para parecerse a Ryan Gosling en ‘Drive’ (Nicolas Winding Refn, 2011), sino para ser un metafórico ángel cuyo propósito es proteger a la gente y luchar contra la muerte, como lo hace el Arcángel Miguel, el cual está presente en un cuadro colgado en la habitación del chaval. Al final se resume en lo que todos entendemos como “una lección de vida”, una que se explica de una forma algo pesada, con diálogos excesivamente explícitos.
En definitiva se puede decir que ‘Ciudad de Asfalto’ trae consigo muchas cosas buenas y muchas otras que, sin ser malas, hacen que con un principio tan absorbente puedas querer exigirle un poquito más. Tye Sheridan haciendo de rookie termina dominando su papel mientras Sean Penn hace de sí mismo, formando una dupla que no acaba de cuajar sin muchos secundarios que mejoren el asunto, salvándose un loco Michael Pitt y si me apuras, Mike Tyson por la sonrisa que te saca el verle en una película. No puedo negar que los 120 minutos de metraje acaban sintiéndose excesivos, o que la historia y el mensaje se puedan quedar insulsos, pero tampoco se puede negar que la ansiedad que consigue transmitir Jean-Stéphane Sauvaire en las intervenciones médicas es maravillosa e incómoda por partes iguales, una sensación que me obliga a recomendar esta película.