'La maldición del Queen Mary': Un salvavidas que nunca llega

'La maldición del Queen Mary': Un salvavidas que nunca llega

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Este 13 de diciembre se estrena la nueva película de Gary Shore, ‘La maldición del Queen Mary’, su segundo largometraje después de contarnos la historia del mítico Vlad Tepes, ‘Drácula: La leyenda jamás contada’. Esta vez, sin salirse del género del terror, ubicará la historia en uno de los lugares de Estado Unidos con más leyendas detrás, el Queen Mary. Un barco muy similar, en tamaño y prestaciones, al famoso Titanic, pero del que se pensaba que albergaba una terrible maldición. Por un lado, tendremos el Queen Mary de los años 30, en todo su esplendor, habiendo sido nombrado el trasatlántico más veloz del mundo, todo un emblema mundial; y por otro lado, el barco en la actualidad, inactivo, encallado, convertido en una atracción turística que saca provecho de todas las historias de fantasmas que lo rodean. De esta forma se establecen dos líneas temporales que se van a ir intercalando. Cada línea tendrá sus respectivos momentos de terror, de forma acorde con la época, y además su drama familiar particular. Dos familias tendrán que enfrentarse a los secretos y horrores que esconde esta misteriosa embarcación.

La gran variedad de frentes abiertos y de sensaciones a transmitir se convierte en todo un reto narrativo. El resultado es algo engorroso y acabas como si estuvieras en un barco azotado por una tormenta, mareado. No se corta llevándote mil veces al mismo punto de la historia, y no sé si es algo estilístico, que de ser así me parece un error, o para que podamos entender mejor lo que sucede, algo molesto para un público que no es tonto y puede recordar fácilmente lo que acaba de pasar hace cinco minutos. Además, estas ganas de querer contar muchas cosas a la vez hacen que la manera en la que se presentan y se resuelven los acontecimientos sea acelerada y con poca coherencia. La película nos obliga a creer ciegamente las motivaciones de los personajes, sin entender muy bien qué hacen ahí y por qué son así. Faltaría concretar un poco, deshacerse de algún personaje o subtrama y poder así desarrollar mejor lo demás.

La relación con ‘El resplandor’ es inevitable, una inspiración declarada por sus creadores. Son numerosos los elementos que comparte y mientras la ves es imposible no pensar en ella: en Jack Nicholson persiguiendo a su familia con un hacha o tomando algo en ese salón rojo mientras conversa con lo que parece un fantasma. Ojalá Gary Shore hubiese sido capaz de transmitirnos algo de lo que Kubrick nos transmitió con esa obra maestra del terror, una que también era todo un reto por lo diferente que era para su tiempo.

Los contrastes entre pasado y presente a nivel de puesta en escena sí que reciben mis felicitaciones. Lo bien que están vestidos el barco y los personajes de los años 30, la forma en la que hablan o la luz anaranjada que aportan las velas, logran una estética y un ambiente muy naturales y vibrantes teniendo en cuenta que están hechos digitalmente. Una estética que se diferencia perfectamente con la de las escenas de la actualidad, con un tono más frío y un vestuario y comportamientos, que, siendo muchas veces puros detalles, están muy cuidados.

Filmada durante el covid, con todo lo que eso conlleva, no se rodó en el propio barco sino utilizando una versión digital tridimensional escaneada de este. Una vez la situación sanitaria mejoró pudieron moverse al escenario real. Un proyecto muy ambicioso al que seguro que le han pasado factura todas esas dificultades, quedando a medio camino en muchos aspectos. Y es una pena, porque las correctas actuaciones del reparto podrían haber abanderado una historia que, de haber sido algo más interesante, habría resultado en una película al menos entretenida. Sumando esto al enorme potencial del Queen Mary, es sorprendente que no acabe pasando nada que te emocione, esperando todo el rato a un salvavidas que rescate la película pero que nunca llega.