3’5 Butacas de 5
La adolescencia es una época convulsa. Los cambios, la incomprensión de uno mismo y las inseguridades florecen en una parte de la vida donde todavía no somos capaces de dominar los impulsos. La cineasta Céline Rouzet enlaza esto con la mitología vampírica para generar un coctel emocional potente. Esperando la noche es una historia de incomprensión, de cómo una familia es capaz de cualquier cosa para encajar y que sus hijos puedan llevar una vida digna.
Philémon (Mathias Legoût Hammond) no es un adolescente como los demás. Acaba de mudarse con su familia a un tranquilo barrio de las afueras donde intenta hacer todo lo posible por integrarse. Hasta el día en que se enamora de su vecina Camila y sus evidentes diferencias se hacen difíciles de seguir ocultando.
Esperando la noche es un drama adolescente de manual. Una película que muestra las dificultades de un chico por adaptarse a un nuevo entorno. Sin embargo, cuenta con una peculiaridad, es un vampiro. Esta característica lo obliga a llevar una vida en las sombras, intentando parecer normal cuando su condición se escapa de cualquier cosa racional. Su familia lo da todo para hacerlo ver como alguien normal y es su conflicto interno lo que veremos evolucionar a lo largo de la película.
La cinta apela a aquellos adolescentes que sienten diferencia o rechazo. A aquellos que les cuesta el doble salir de casa y bajar al parque. Aquellos para los que enamorarse es equivalente a subir la montaña más alta. La directora francesa retrata con firmeza y sensibilidad estos momentos. Quizá su paso por documentales previos haya desarrollado en ella una habilidad excepcional para capturar momentos de verdad.
Esperando la noche huye de los convencionalismos típicos de las películas románticas de vampiros. Está más centrada en las dificultades de su protagonista para encajar que en cómo se desenvuelve una mitología ya conocida por todo el mundo de la que únicamente se basta para potenciar el conflicto. La película es redonda y brinda unos cuantos momentos conmovedores, sin embargo, siento que se desinfla de cara al tercer acto.
Esperando la noche nos sumerge en una atmósfera adolescente donde la búsqueda de la identidad y la aceptación son fundamentales. Una película sencilla y certera que es capaz de remover las adolescencias de muchos espectadores.