4 Butacas de 5
En un pueblo rodeado de profundo bosque en la Austria del siglo XVIII, Agnes (Anja Plaschg) se casa con su amado Wolf (David Scheid) y comienza su vida de esposa servicial, pero pronto empieza a sentirse pesada, cada vez más atrapada en un camino turbio y solitario que la conduce a malos pensamientos.
El dúo de directores austríacos autor de películas tan interesantes como Buenas noches, mamá (2014) y La cabaña siniestra (2019), regresa con una propuesta de folk horror histórico que atrapa con sus hermosas imágenes al tiempo que consume sin remedio a su torturada protagonista.
El baño del diablo describe la decadente progresión psicológica de una mujer atrapada en su vida, durante una oscura época en que a la religión contagiaba hasta la médula todos los ámbitos vitales fruto de la falta de conocimiento. Sin necesidad de elementos sobrenaturales, los austríacos construyen una cinta de terror real, de un terror psicológico que aprisiona al espectador junto a su víctima, causando una sensación de extrañeza mayor al contrastar notablemente una atmósfera y contenido horripilantes con una hermosa impronta visual.
La narración fluye lenta sin hastiar, con el pulso perfecto para encandilar, instalando una sensación de desasosiego tremenda por la opresión que sufre su personaje —envuelto en una espiral de infortunio y descontento derivada de una situación marital insatisfactoria—, desde la más meditada sobriedad, para al final sorprender asestando al espectador un golpe que no esperaba, que, sin embargo, el buen observador notará que desde el principio se presagiaba.
Lejos de lo que pueda parecer, la cinta no hace más que retratar la enfermedad mental y la desfavorable situación de la mujer en la edad moderna. Una muestra enriquecedora desde la perspectiva actual, de cuando los problemas psicológicos no tenían espacio, y toda conducta fuera del estándar social se achacaba al demonio. Es repulsivo el trato de su suegra a la protagonista, y el juicio que se ejerce sobre cada una de sus acciones. Una construcción del mal real ejemplar. La escena de la confesión final quedará grabada a fuego en los anales del cine de terror para la eternidad.