3’5 Butacas de 5
Sienna (Lauren LaVera) intenta rehacer su vida un tiempo después de su enfrentamiento con el payaso Art (David Howard Thornton), pero siente que la amenaza se acerca cada vez más. Por otro lado, Art, junto a su nueva compañera del mal Victoria Heyes (Samantha Scaffidi), se dispone a desatar el caos entre los habitantes del condado de Miles durante la pacífica Nochebuena.
Damien Leone está introduciendo a pasos agigantado a su payaso Art en el imaginario colectivo del cine de terror, y no es para menos. El personaje interpretado por David Howard Thornton es tan único como grotescamente terrorífico, un asesino sin límites ni motivos, que disfruta de su ocupación con sorna. En esta tercera entrega, las vísceras regresan más frescas que nunca para divertir a los fans de la saga en una masacre navideña sin igual.
Terrifier 3 cuenta con un presupuesto mucho más elevado que sus predecesoras —Terrifier (2016) fueron 35.000 dólares y Terrifier 2 (2022) 250.000—, dos millones de dólares que mejoran notablemente el diseño de producción y la calidad visual de la cinta. La saga no concluye en trilogía, pues ya está prevista la cuarta película, pero por el momento estamos ante su mejor parte.
Hay que saber lo que se va a ver, y es que Terrifier 3 no cambia en tono ni contenido. Como en sus predecesoras la historia es mínima, toda narrativa se pone al servicio del desmembramiento más salvaje y gore, pero eso es lo que buscamos realmente del monstruoso payaso, y las secuencias en que se escenifica la masacre alcanzan unas cotas de perfección vírgenes hasta el momento. La conducta de Art es imprescindible en la construcción de la tensión, ese carácter tan cartoon heredado del mimo o del cine mudo, mediante el que brota un humor negro macabro, a veces difícil de encajar por el contraste con lo que vemos, da un sentido único a su personaje y funciona mejor incluso en el preludio de las muertes que durante ellas.
En definitiva, esta tercera parte es la mejor de la incipiente saga. Una cinta gore como pocas que emplea un humor negrísimo, en ocasiones indigesto, para marcar la diferencia, con un inicio directo al más puro estilo Scream. Vigila quién llama (1996, Wes Craven) y un final algo abrupto y decepcionante, que aun así no opaca la brillante escenificación de la barbarie del grueso fílmico.