1 Butaca de 5
Como esperábamos desde su segunda entrega, Art regresa ahora atentando contra la tranquilidad de Sienna en Navidad. Sangre, violencia, misterios por resolver y la paranoia de un falso final es todo lo que nos ofrece la tercera parte de esta saga.
La historia comienza justo donde la dejamos, en el hospital psiquiátrico con Rebeca, luego de partir la cabeza del antagonista. El guion resuelve la situación en la que tanto Art como Rebeca sobreviven y esperan nuevamente hasta su siguiente oportunidad.
Y es justo desde el inicio que la trama no solo pierde sentido, sino que es casi imposible de creer. Desde la segunda entrega se entiende que la fantasía es un recurso a través del cual logran que Art regrese y vuelva a cobrar sangre en un festín de humor y violencia, pero las resoluciones absurdas, no dejan más que la sensación de un guion poco trabajado y forzado.
Las muertes y el maquillaje (principalmente por lo que la saga se popularizó) en su mayoría fueron repetidas de la primera y segunda entrega y vulgarizadas, sin embargo, fue algo que dio mucho juego a la capacidad creativa de David Howard Thornton (Art) para improvisar con humor negro y carisma.
La absurda (y errónea) necesidad de un compañero de crimen incrustada desde la segunda película convierte en un pequeño Patiño a Art, personaje que desde la primera película se dio a conocer por ser desquiciado, creativo e independiente.
Como en algunas entrevistas Damien Leone (guionista y director) reveló, la esencia de Art se creó a través de la sutileza de un personaje incómodo en una situación ordinaria, (como lo son dos extraños en un autobús o en una pizzería) que luego de segundos eternos de inmovilidad rompe esa tensión con sadismo, es una tristeza ver que se perdió hasta la esencia del filme para ser reemplazado por simple sadismo sin sentido, sin recorrer el camino de verdadero terror y solo matar por matar.