2’5 Butacas de 5
Como respuesta a la gran acogida que tuvo la primera entrega y conociendo las estrategias conservadoras de la industria actual, a nadie pilló desprevenido el anuncio de una segunda película de Smile. ¿Era necesaria? Es la pregunta que más me he repetido este año al ver secuelas. Me sorprende que aún no tenga la respuesta. Smile 2 es la apuesta de Parker Finn por más de lo mismo. Coge todo lo que le funcionó y lo intenta mezclar para darle una nueva apariencia, sin embargo, la sonrisa es la misma solo que con otra cara.
La estrella del pop mundial Skye Riley (Naomi Scott) está a punto de embarcarse en una nueva gira mundial cuando empieza a experimentar una serie de sucesos cada vez más aterradores e inexplicables. Angustiada por la espiral de horrores y la abrumadora presión de la fama, Skye tendrá que enfrentarse a su oscuro pasado para recuperar el control de su vida antes de que sea demasiado tarde.
Smile 2 es un calco de su predecesora, que a su vez era una idea sacada de un cortometraje. Al ver la película da la sensación de agotamiento, como si al director ya no se le ocurriese qué más hacer. Está todo el pescado vendido. El guion es una copia descarada del primero con algunos cambios, un presupuesto grande y caras nuevas. El resto no importa. La película vaga por escenas que no aportan nada. Una narración plagada de jumpscares que aborrecen e incluso incitan al odio.
La película se vale de una protagonista rota por un trauma del pasado para revolverse en su miseria. La introducción en la industria musical es una excusa para hablar de forma muy vaga sobre el seguimiento en masa de las estrellas pop por parte de sus desquiciados fans. Y es que el problema de la película es que da vueltas y vueltas durante dos largas horas sin contar nada engañando a un espectador cada vez más cansado de que se saturen los altavoces.
Parker Finn lo apuesta todo a una puesta en escena despojada de cualquier valor narrativo. Se vale continuamente de los mismos recursos visuales y el único momento que merece la pena a penas dura unos minutos. Una escena donde al director se le ocurre no subir el volumen de la música, ni meter una cara sonriente de golpe. La única escena en la que se centra en dar miedo de verdad sin el recurso fácil.
Smile 2 es una secuela fallida. Que no solo repite la historia paso por paso de la primera, sino que engaña a todos los espectadores provocando la irritación.