3 Butacas de 5
“El oro verde” es un thriller ambiental que pretende llevarnos a las profundidades de las selvas indonesias, donde los conflictos por la deforestación y los intereses de la industria del aceite de palma se entrelazan con un drama humano. Dirigida por Édouard Bergeon, esta película tiene todos los elementos para ser una reflexión contundente sobre las injusticias del sistema global y los efectos devastadores de la explotación ambiental. Sin embargo, se queda corta en su ejecución, alargando innecesariamente su trama y presentando soluciones demasiado fáciles para los problemas que plantea.
En el corazón de esta historia está Carole, interpretada con fuerza por Alexandra Lamy, una madre que lucha incansablemente por la libertad de su hijo Martín (Félix Moati), quien ha sido acusado injustamente de posesión de sustancias ilícitas en Indonesia por estar en el sitio y hora equivocada. La interpretación de ambos es, sin duda, lo más destacable de la película. Lamy y Moati se sumergen por completo en sus personajes, logrando transmitir con eficacia la angustia, el dolor y la desesperación que sienten. No puedes evitar empatizar con Carole mientras recorre un camino lleno de obstáculos, tanto legales como políticos, para salvar a su hijo. Es una madre coraje, dispuesta a enfrentarse no solo al corrupto sistema judicial indonesio, sino también a las poderosas empresas que devastan las selvas para producir aceite de palma.
Sin embargo, pese al potente trabajo de estos dos actores principales, el resto del elenco queda en un segundo plano, ofreciendo interpretaciones mediocres que no logran sostener el peso de la trama. Los personajes secundarios parecen estar ahí solo para rellenar tiempo, sin aportar mucho a la evolución de la historia. Y esto es un problema porque es un thriller que avanza lentamente, demasiado lentamente. Las entrevistas, la búsqueda de pistas y las revelaciones no hacen más que alargar la película de manera innecesaria, estirando un guion que podría haberse resuelto de forma más concisa y efectiva.
Lo que más me ha decepcionado es el tratamiento del tema ambiental. Se nos presenta la deforestación y la producción de aceite de palma como grandes males, y lo son, pero la película nunca profundiza lo suficiente en estas problemáticas. La narrativa se queda en la superficie, dejando muchas preguntas sin respuesta. ¿Qué pasa con las comunidades locales afectadas por esta industria? ¿Cuál es el verdadero alcance de la corrupción involucrada? Estas cuestiones se mencionan de pasada, pero no se exploran con la profundidad que merecen. Y aunque confieso que después de verla probablemente no vuelva a comer Nutella, la película pierde la oportunidad de generar un debate más profundo sobre el consumo de productos derivados del aceite de palma.
Las piezas de la trama caen del cielo como por arte de magia, resolviéndose de manera predecible y sin tensión. Sabemos desde el principio hacia dónde nos lleva la historia y, aunque esperamos un giro inesperado, este nunca llega. El final se ve venir desde lejos, lo que quita gran parte del impacto emocional que debería tener una película de este tipo. Además, las escenas más interesantes, como las que se desarrollan dentro de la prisión donde está Martín, se tocan apenas de forma superficial. Me hubiera gustado que el guion se centrara más en el drama carcelario y en la evolución interna de los personajes, en lugar de tratar de ser un thriller.
La cinematografía, eso sí, intenta sobresalir. Las tomas aéreas de las selvas indonesias son hermosas y muestran la magnitud de la deforestación de una manera que ningún diálogo podría expresar. Hay una clara intención de que el paisaje sea un personaje más, uno que sufre, se destruye y que, en última instancia, es una víctima de la codicia humana. Pero, por muy bellas que sean las imágenes, no logran compensar un guion que simplemente no fluye.
Comienza con una premisa fuerte y promesas de tensión y denuncia, pero que se pierde en su propio ritmo lento y su enfoque superficial. Si bien las actuaciones de Alexandra Lamy y Félix Moati son lo suficientemente convincentes como para mantenerte interesado, la película nunca logra el impacto que podría haber tenido. Es un thriller que hubiera funcionado mejor como drama, una crítica que deja que desear, y una reflexión ambiental que se queda a medias.