Crónicas desde Sitges: 'A different man', 'Rich Flu' y 'Bodegón con Fantasmas', mi sorpresa del festival

Crónicas desde Sitges: 'A different man', 'Rich Flu' y 'Bodegón con Fantasmas', mi sorpresa del festival

Continúan mis andanzas por el Festival de Sitges con esta segunda crónica. Este Sitges no era solamente La sustancia, hay muchas más películas, algunas me han decepcionado y otras sorprendido gratamente; en concreto hay una española que ha sido mi gran sorpresa del festival de momento.

En este artículo voy a repasar las dieciséis películas que he podido ver los últimos tres días. Espero que pueda transmitir la pasión que estoy sintiendo al vivir por primera vez un evento como este. ¡Y queda la mitad del festival!

RICH FLU (2024, Galder Gaztelu-Urrutia)

2 Butacas de 5

Un virus mortal empieza a afectar a las personas más ricas del mundo cuando Laura (Mary Elizabeth Winstead) está en el momento más dulce de su carrera y no deja de ascender. Al principio la epidemia solo afecta a los multimillonarios, pero empieza a extenderse y amplia su rango de afección, contagiando cada vez a los ricos más modestos. Todo el mundo empieza a deshacerse de su fortuna.

Después del considerable éxito de El hoyo(2019), Gaztelu-Urrutia ha querido replicar su potente mensaje social cambiando el formato. ¿Qué ocurriría si ser rico fuera una enfermedad? La premisa es interesantísima, pero difícil de desarrollar sin caer en el discurso barato, que es lo que termina ocurriendo.

Si Rich flu se toma como cine de entretenimiento puro puede funcionar. Tiene un ritmo dinámico, una historia curiosa y buenas interpretaciones. A rasgos generales es correcta. Sin embargo, el mensaje moral es tan superficial por evidente que me cuesta tomarla en serio. Moralina pura y dura, más aún durante el tercer acto, en que un grupo de multimillonarios se ve obligado a pasar las diferentes penurias habituales de los migrantes norteafricanos. Previsible, obvio y, sobre todo, imposible de empatizar. Entiendo la intención, pero las escenas más dramáticas al final y el sufrimiento de sus personajes no me emocionan lo más mínimo. ¿Por qué deberían hacerlo?

Lo único que rescato entre tanta ponzoña moralista, además de su superficie ociosa, es ese final, que, aunque efectista resulta interesante. La sociedad idílica no existe, la codicia humana siempre acabará destruyéndola.

A DIFFERENT MAN (2024, Aaron Schimberg)

4 Butacas de 5

El actor neoyorquino Edward (Sebastian Stan), padece una grave deformación facial que alienta sus inseguridades. Un día llega a sus manos un tratamiento experimental que acaba con su problema transformando su aspecto: ya tiene el rostro idílico, pero, pronto descubre que todo sigue bastante igual.  

La sustancia de Coralie Fargeat ya trataba la importancia de la apariencia física en la sociedad actual, pero la película de Schimberg afronta esta cuestión de forma más directa y realista. Sin tanta hipérbole.

La película se estructura en dos partes diferenciadas narrativamente. Una primera en que introduce al personaje de Sebastian Stan y sus inquietudes, una persona carcomida por su aspecto, desfigurado por una enfermedad, que se refugia en sí mismo y lleva una vida solitaria. Entonces aparece cierto elemento de ciencia ficción como punto de giro que lleva a Edward a cambiar por completo. En la segunda mitad, el personaje de Adam Pearson —magnífico descubrimiento de Under the skin (2013, Glazer)— da un vuelco a la trama permitiendo alcanzar reflexiones más profundas sobre la sociedad y el individuo.

Hay muchos dilemas en A different man, que salen a flote de forma muy sutil, impulsados por una narrativa impecable y muy bien hilada. La inseguridad es mucho más compleja de lo que parece, las dificultades vitales y personales siempre son poliédricas. Schimberg sabe muy bien de lo que habla y traza una historia que va a dar que hablar. Eso sí, quizá al final decae un poco.

ODDITY (2024, Damian McCarthy)

3’5 Butacas de 5

Hace un año que su hermana murió una noche en extrañas circunstancias, cuando la médium ciega Darcy (Carolyn Bracker) decide visitar a su exmarido Ted (Gwilym Lee), que vive con una nueva mujer, para regalarle un espeluznante maniquí de madera que será clave para sacar a la luz lo que ocurrió aquella trágica noche.

Damian McCarthy plantea una historia en que la sencillez es su gran virtud. Mediante una reducida escenografía y escasos personajes configura una atmósfera única que atrapa desde el primer momento. Es impresionante la primera mitad del filme, en que su director plantea el terror desde la sugestión, algo que lastimosamente pierde en sus últimos compases para volverse más explícita. Una de las primeras escenas —la inmediatamente anterior al título de la película— y más relevantes para el desarrollo argumental, es de lo más terrorífico que he visto en el festival y atiende a este concepto del terror por la vía de lo que no se muestra.

Lejos del género al que se acoge y a ese lado sobrenatural que deja ver, Oddity es una cinta con conflictos más realistas de los que puede parecer. El drama humano de sus personajes, cercano a la tragedia clásica (traición amorosa, muerte, secretos…), es su cara más interesante y siento que la película decae en el momento en que se revela un lado oculto de la historia que mantenía a flote esa tensísima atmósfera de la primera mitad. Por otro lado, una de las virtudes de esta notable película de terror es la entereza con que sus intérpretes defienden sus complejos personajes.

BODEGÓN CON FANTASMAS (2024, Enrique Buleo)

4’5 Butacas de 5

Angustiados por pruebas de vida o muerte en un pequeño pueblo manchego, fantasmas y humanos buscan planes extremos para acabar con sus problemas.

La cinta de Enrique Buleo es sin duda mi mayor sorpresa de Sitges hasta el momento. Cinco historias manchegas, de un humor costumbrista con su toque de realismo mágico al estilo de José Luis Cuerda e incluso Berlanga, que no dejan ni un espacio al despiste. Un excelente diseño de producción y fotografía, dibujan junto a creativo director un bodegón rural que respira autenticidad, desde una belleza insuperable, tanto estética como humana, en que cada uno de los personajes derrocha luz pese a sus particularidades.

La sala Tramuntana del Melià fue un estallido de risas durante toda la proyección, con una película que no decae en ningún momento en ritmo ni genialidad. Un baño de pureza, de talento y de amable mezquindad, en que además se permite reflexionar, por la vía del humor, sobre la tragedia actual del mundo de la información. Esos programas de radio o tele desinformadores, que configuran una suerte de hilo conductor o común en todas las historias, surten un efecto cómico por contraposición con la cotidianeidad de lo que se muestra en primer término: personajes limpiando la casa o trabajando mientras escuchan atrocidades. Es bastante gracioso al tiempo que alarmante.

Una de las ideas de Buleo era hacer una película episódica desligándose de sus clichés, sin necesidad de conectar directamente sus historias para dotarla de unidad. La sensación se cumple con creces, pues, a pesar de contar con cinco fragmentos diferenciados y conclusivos, el retrato general trasciende su individualidad para proyectar, precisamente, un enorme bodegón sobre un pueblo y sus gentes, sobre una forma de vida, y de muerte. Una película para incrustar en el imaginario colectivo del cine contemporáneo español. Sensacional y sorpresiva.

ICK (2024, Joseph Kahn)

2’5 Butacas de 5

Una amenaza alienígena se cierne sobre el pueblo natal de Hank (Brandon Routh), un profesor de ciencias que regresa a su instituto a dar clases, para reencontrarse con su amor juvenil, Staci (Mena Suvari). Pronto empieza a sospechar que su nueva alumna, Grace (Malina Weissman) es su hija.

Tal y como nos la presentó su director Joseph Kahn, ICK es una película juvenil sin pretensión, que resulta divertida, pero su naturaleza la convierte en un producto demasiado descafeinado con falta de valentía, que pierde fuelle y repite los esquemas de otras películas similares. La trama de reencuentro adulto en el pueblo natal y la presencia del bar me recordaron a la maravillosa Bienvenidos al fin del mundo (2013)

Es graciosa, resultona, y refrescante en el uso recurrente de música pop de los 2000, así como en su utilización del montaje. No obstante, los efectos especiales dejan que desear y la relación de padre e hija que articula la película, se vuelve muchas veces cansina, y opaca esa vertiente más grotesca y divertida sobre la sustancia que subyuga a la población. Una cinta para pasar un agradable rato, pero que podría dar algo más de sí.

NIGHTBITCH (2024, Marielle Heller)

3’5 Butacas de 5

Una mujer (Amy Adams) deja su vida profesional un tiempo para centrarse en su hijo pequeño y cuidar la casa, pero pronto su vida doméstica toma un giro surrealista. En la soledad que le otorga la ausencia por trabajo de su marido (Scoot McNairy), empieza a darse cuenta de que podría estar convirtiéndose en un perro.

Amy Adams regresa a la gran pantalla con una de sus mejores interpretaciones. Nightbitch —adaptación de la novela homónima de Rachel Yoder— utiliza el fantástico como medio metafórico para alcanzar cuestiones humanas más complejas con gran elegancia. Heller diserta en profundidad sobre la maternidad y, mediante una metamorfosis prácticamente licántropa de su protagonista, enlaza al humano con la naturaleza de una forma hermosa. El instinto materno se muestra como algo primario que puede con todo, estrechamente ligado a lo salvaje y por encima del raciocinio humano diferenciador de los animales.

La relación sentimental se analiza en Nightbitch desde dentro, con escenas de interpelación dialéctica de una fuerza cercana a las de Historia de un matrimonio (2019). Una bonita forma de acercarse al drama que, aun así, siento que se queda a medio camino en su propuesta de fusión de géneros al utilizar el fantástico en contadas ocasiones, sin desentonar, pero dejando una agridulce sensación al tener tan poco recorrido.

BASILEIA (2024, Isabella Torre)

1 Butaca de 5

En las montañas de Aspromonte (Italia), un arqueólogo (Elliot Crosset Hove) y sus ayudantes buscan un antiguo tesoro. Pero sus excavaciones liberan misteriosas criaturas mitológicas que cambiarán para siempre la vida de los habitantes de este remoto pueblo.

Nada en Basileia me atrae, más allá de su fotografía y, sobre todo, el hermoso paisaje de Calabria en que se ambienta. La pretensión autoral de su directora avoca en un enorme vacío narrativo que se prolonga durante noventa minutos de puro tedio y sopor.

Da la sensación de que Torre busca construir una especie de fábula ecológica sobre la presencia del humano en la naturaleza, construyendo una venganza que azota a sus protagonistas en forma de damiselas desnudas de iris negro que, realmente, no llegan a intervenir demasiado en la película más allá de sus recurrentes planos caminando por el entorno. Esta sensación de insustancialidad se enquista por culpa de unos personajes superficiales e incluso agrios.

Una elaboración mucho más somera y anodina que la fantástica De naturaleza violenta(2024, Nash), que trata de forma mucho más subyacente la cuestión ecológica; o la obra maestra de Alice Rohrwacher La quimera (2023), cuyos protagonistas también se encargan de buscar tesoros ancestrales.

ARCADIAN (2024, Benjamin Brewer)

2’5 Butacas de 5

Paul (Nicolas Cage) y sus hijos mellizos Joseph (Jaeden Martell) y Thomas (Maxwell Jenkins) intentan defender su granja del ataque de unas peligrosas criaturas durante el apocalipsis mundial.

Después de la enorme sensación que causó con Longlegs (2024), el listón estaba alto para Nicolas Cage. Sin embargo, conociendo su fluctuante carrera, esta vez sabíamos a qué nos enfrentábamos. Arcadian funciona como poco más que entretenimiento, y ni eso. Su mecánica se vuelve repetitiva y el drama entre sus personajes no cautiva lo más mínimo. Quizá la expectativa sobre la figura de Cage opaca el visionado en su detrimento, pues, finalmente, el actor no aparece más que en unas secuencias, en las que, por su puesto, la película remonta con ferocidad.

El diseño de los monstruos amenazantes es de lo más favorable del filme y los momentos de acción son efectivos, pero las relaciones interpersonales y el panorama apocalíptico no terminan de conectar ni dar de sí como podrían. La puesta en escena se siente por momentos algo torpe también. En definitiva, una de las tropecientas películas anuales con Nicolas Cage, que va a pasar sin pena ni gloria.

100 YARDS (2023, Xu Haofeng y Junfeng Xu)

3 Butacas de 5

China, década de 1920. Un prestigioso maestro de artes marciales fallece y sus dos mejores alumnos se disputan el liderazgo de su escuela. El dúo de aspirantes, por un lado, el hijo del maestro y por otro su mejor aprendiz, trasladan un duelo que debería resolverse en privado a las multitudinarias calles chinas.

Una de las tantas películas de artes marciales que he visto en Sitges es esta curiosa 100 Yards. Una cinta trepidante ambientada en los años 20, ideal si buscas minutos y minutos de buena lucha oriental, pero poco más que eso. La historia, muy sencilla, realmente se pone al servicio de la coreografía. Su tercer acto es casi exclusivamente de pelea, llegando a ser incluso risible por reiterativo y algo absurdo, por mucho que la acción siempre sea un aliciente.

Es interesante el escenario temporal en que se plantea la película para ofrecer una visión diferente al habitual cine de acción localizado en la actualidad. Así como su enseñanza sobre las academias de wushu y la curiosa regla de las cien yardas que da título a la película, según la que los integrantes de un círculo de artes marciales estaban obligados a defender su lugar de encuentro al menos hasta cien yardas (noventa metros) más allá de sus puertas.

MEANWHILE ON EARTH (2024, Jérémy Clapin)

3’5 Butacas de 5

Elsa (Megan Northam) perdió algo muy grande cuando su hermano Franck desapareció sin dejar rastro durante una misión espacial tres años atrás. Desde entonces, la joven lucha por seguir adelante, hasta que un día una forma de vida extraterrestre se pone en contacto con ella para ofrecerle volver a ver a su hermano. Pero a cambio, hay un precio que pagar.

El director francés Jérémy Clapin dirigió en 2019 la bellísima cinta de animación nominada al Óscar ¿Dónde está mi cuerpo? Cinco años después regresa a la creación cinematográfica con una película que conecta bastante con su anterior trabajo, en su construcción del vacío vital y la necesidad de reencuentro.

Meanwhile on Earth es una película que utiliza el elemento extraterrestre de forma magistral, para plantear dilemas existenciales muy bestias: ¿Harías desaparecer a cuatro personas escogidas por ti con tal de reencontrarte con un ser querido? Esta es la principal cuestión con que la protagonista de la película debe lidiar, resquebrajándose poco a poco en su lucha —interna y externa— por volver a ver a un hermano desaparecido en el espacio.

El francés conjuga géneros en un experimento particularísimo y propio que reflexiona sobre el periodo del duelo mediante la presencia de lo —de alguna forma— divino. Megan Northam genial en este rol tan complejo que atraviesa un arcoíris emocional muy amplio a lo largo de la película. Sin duda Clapin, es un cineasta para tener en cuenta.

ESCAPE FROM THE 21ST CENTURY (2024, Li Yang)

4 Butacas de 5

La historia sigue a tres amigos que descubren que tienen el poder de viajar 20 años atrás y adelante con un estornudo. Sin embargo, el futuro no es tan bueno como esperaban y tienen que asumir la responsabilidad de salvar el mundo.

El galardón a la película más desquiciada de Sitges es para Escape from the 21st century. Una disparatada comedia dramática sobre viajes en el tiempo que avanza sin frenos arrasando con todo. Un auténtico baño audiovisual, que combina anime con acción real y cohesiona su historia mediante una música incesante y un montaje aceleradísimo que no deja respiro. Es la Todo a la vez en todas partes de 2024.

En su constante tono humorístico acierta, pero es en su menos recurrida vertiente dramática cuando realmente alcanza el corazón, pues la película de Yang, por mucha virguería técnica y ornamento estético, a veces más hortera, tiene un poso emocional muy denso. Las pinceladas de nostalgia a lo largo del filme cristalizan en su conclusión causando una sensación algo triste, más allá su ociosa historia, por esa reflexión tan meditada que construye sobre la finitud de la infancia, sobre el paso del tiempo y la incertidumbre sobre el futuro. Al fin y al cabo, sobre lo violento de la adultez, y cómo la primera etapa fue y será, perfecta e irrecuperable.

La película no se ubica en 1999 por cuestión de azar. Esta decisión da sentido a su título y permite establecer una relación entre el siglo XXI y el periodo de madurez humano, que supone por otro lado una visión bastante pesimista sobre la deriva del mundo al sobrepasar los años 2000. En cierta forma, Escape from the 21st century es una versión ultra camp de Millennium Mambo (2001, Hsiao-Hsien).

NIGHT SILENCE (2024, Bartosz M. Kowalski)

3 Butacas de 5

Lucjan (Maciej Damiecki) es ingresado en su senectud en una remota residencia de ancianos, donde es muy bien recibido por todos sus compañeros y trabajadores. Sin embargo, pronto descubre un oscuro secreto en el sótano y la presencia de extrañas criaturas que aparecen a medianoche.

Cuanto más la pienso más me gusta Night Silence. Una película que abarca con gran sensibilidad la proximidad al oscuro abismo de la muerte, a través de un terror más metafórico que perturbador. Gran papel el del tristemente recién fallecido Maciej Damiecki, con algunos momentos dramáticos estremecedores en relación con la senectud y la etérea presencia mortal durante sus últimos días, en esta película escenificada en un nocturno monstruo voraz.

Quizá el mayor mal de la cinta polaca es que, aunque termina haciendo mella emocional, durante su metraje no ocurre demasiado. Las acciones del protagonista y sus recurrentes encuentros con la criatura no hacen más que formar una secuencia repetitiva que algunos destellos de acción dramática logran solucionar. El estímulo llega tras su visionado, una vez la película termina de asentarse en el intelecto, pero siento que, aun así, tiene miedo de dar un paso más y hacer de esa realidad onírica un elemento más presente en la narración. Le falta algo de atrevimiento.

ESCAPE (2024, Lee Jong-pil)

3’5 Butacas de 5

El sargento norcoreano Kyu-nam (Lee Je-hoon) protagoniza un arriesgado intento de desertar a Corea del Sur para conseguir una libertad que anhela, pero es apresado y condenado a muerte, por lo que hará todo lo que esté en su mano para escapar y sobrevivir al régimen militar nacional.

Escape, con sus persecuciones y disparos, sus disidencias y traiciones, y ese espacio rural, tiene todos los elementos del mejor western. De hecho, podría ser una versión surcoreana y actual de El fuera de la ley(1976, Eastwood).

El mensaje antibelicista es explícito en la cinta de Jong-pil, quizá demasiado en algún momento; pues su intención es construir un mensaje sobre gozar una vida libre sin ataduras y luchar por las metas propias. Aunque suena a algo muy trillado está muy bien expresado, incluso se aleja del típico discurso que segura el éxito tras el esfuerzo, centrándose en que el fracaso es un triunfo en sí mismo, pues significa que el intento es una posibilidad.

La reflexión triplica su fuerza entendiendo el contexto político entre Corea del Sur y Corea del Norte, pues, aunque su director quiera despolitizar su creación, es imposible con ese retrato tan diferenciado de los dos países (el norte militarizado y destructor de sueños y el sur como meta de la fuga para comenzar una nueva vida). Aunque no hay tanta acción como podría esperarse en una película sobre el ejército, tiene las dosis justas para alcanzar su mensaje sin trastabillarse en la superficie.

ANIMALE (2024, Emma Benestan)

2’5 Butacas de 5

La veinteañera Nejma (Oulaya Amamra), se entrena sin descanso rodeada de hombres para lograr su sueño de ganar la competición anual de carreras de toros en la región francesa de Camargue. En medio de la temporada, varias extrañas desapariciones comienzan a sembrar la duda sobre la presencia de una bestia salvaje en sus territorios.

Emma Benestan, como Marielle Heller hace en su Nightbitch, equipara humano y animal para resaltar sus similitudes, aunque con una intención completamente distinta de la directora estadounidense. Animale es una cinta sobre toreo en Francia, algo interesante ya a priori, más aún para un español (es gracioso pero real); que tarda media hora o más en arrancar, pareciera que para presentar a unos personajes bastante insulsos persé, y se hunde en su previsibilidad.

Por algunos matices de su desarrollo da la sensación de que Animale va a construir una reflexión sobre una actividad tan denostada como el toreo, y puede entenderse así por la deriva que toma su protagonista hacia una empatía soberana por el animal, pero parece que fuera un engaño pertrechado con la intención de virar en el último momento y sorprender con una conclusión más habitual y predecible. Benestan juega constantemente a la incertidumbre sobre un punto de giro concreto de la trama, como si reservara un sorprendente as bajo la manga, pero termina resolviéndose por la opción más esperable que, por otro lado, ofrece esta interesante relación final del hombre y el animal.

SISTER MIDNIGHT (2024, Karan Kandhari)

4 Butacas de 5

El marido de un matrimonio de conveniencia de Bombay comienza a asustarse cuando descubre que su esposa está cayendo en las garras de alguna extraña fuerza sobrehumana que da rienda suelta a sus impulsos más salvajes.

El propio Kandhari nos dijo antes de su proyección que Sister Midnight era una película bastante tonta, que intentásemos divertirnos, y eso fue precisamente lo que hice. Para mi sorpresa, y creo, remando a contracorriente, terminó siendo una de mis experiencias más gratificantes del festival.

Sister Midnight tiene poca coherencia narrativa, funciona más por concatenación de hilarantes y ridículas situaciones que no dan pie al aburrimiento. El carisma de la espléndida Radhika Apte sirve por sí solo para levantar una película que hace del absurdo una enorme virtud, conjugando la cotidianeidad más anodina con una punzante comedia marital y elementos fantásticos con poco o ningún sentido.

Una película de ¿vampiros? Con un pintoresco entramado de personajes secundarios que impulsan algunas de sus mejores secuencias. Más que analizar exhaustivamente sus pormenores, es cuestión de dejarse llevar por sus frescas aguas de comedia descabalada y grotesca en que unas cabras zombis de stop motion siguen en manada a su líder protagonista.

GAZER (2024, Ryan J. Sloan)

3 Butacas de 5

Frankie (Ariella Mastroianni), padece una extraña enfermedad cerebral llamada discronometría que le impide percibir el tiempo correctamente. Va de un trabajo en otro por culpa de su problema, y una noche decide aceptar el misterioso y aparentemente inofensivo encargo de una mujer maltratada.

El mayor problema de Gazer es que la enfermedad cerebral de su protagonista, esa discronometría, no se explota narrativamente como debería, pues era una particularidad ideal para desarrollar una historia en que su papel fuese importante, y, sin embargo, no se menciona en más que un par de contadas ocasiones (sin contar la grabadora, que sí es más recurrente). Además de este desaprovechamiento, el ritmo del filme actúa en detrimento para el correcto funcionamiento de la narrativa, pues, para lo que Mastroianni y Sloan buscan contar, tarda mucho en llegar el punto de giro inicial y en algunos tramos se vuelve anodina.

Obviando estas objeciones, Gazer es una película correcta e interesante, que apuesta por adoptar el suspense narrativo del mejor Hitchcock en una hibridación con el thriller psicológico más cercano a Taxi driver (1976, Scorsese), para expresar una historia con algún interesante giro de guion y momentos de angustiosa tensión realmente bien solventados.

Mi segunda crónica llega hasta aquí. Espero que la hayáis disfrutado y toméis nota de alguna de estas películas. Yo continúo en mi insaciable labor cinéfaga por estos lares catalanes.

Pronto una tercera crónica con muchos títulos interesantes. Muchas gracias por leerme y un saludo enorme desde Sitges.