'Crónicas desde Sitges': 'La Sustancia', Quentin Dupieux y artes marciales por doquier

'Crónicas desde Sitges': 'La Sustancia', Quentin Dupieux y artes marciales por doquier

Llega octubre y llega el Festival de Cine de Sitges (del 3 al 13 de octubre) que, por supuesto, vamos a cubrir en la medida que podamos.

Tengo que confesar que es mi primer año de incursión festivalera en Sitges y tengo muchas ganas de plasmar todas mis impresiones de la enorme cantidad de películas que veré en las salas de la ciudad catalana.

En esta primera crónica repaso cada una de las películas que he podido ver durante los tres primeros días del festival, pasando por la esperadísima La sustancia, lo nuevo de Quentin Dupieux y más de una con combates marciales espectaculares. Os animo a leerme, tanto este como los próximos artículos sobre Sitges.

EL SEGUNDO ACTO (2O24, Quentin Dupieux)

David (Louis Garrel) intenta convencer a su amigo Willy (Raphaël Quenard) para que se vaya con Florence (Léa Seydoux), una chica guapa que está enamorada de él pero que no le atrae. Florence quiere presentar a su padre Guillaume (Vincent Lindon) y a su amado David, por lo que los cuatro acaban reuniéndose en un restaurante en medio de la nada.  

Si algo tiene el cine de Quetin Dupieux es su capacidad de sorprender con sus grotescos argumentos e ingeniosos guiones. En El segundo acto, el francés vuelve a hacer de las suyas y configura una película tan eficaz en su delirante narrativa como sorprendente en su poliédrica reflexión sobre el mundo actual y el cine en concreto.

La cinta se compone de una serie de largos planos secuencia de conversación durante el rodaje de una película, en que sus actores —al cuadrado— salen del papel continuamente ante las alarmas de corrección política que se autoimponen, generando un curioso debate sobre el mundo de las figuras públicas y su repercusión mediática.

La salud mental y la incertidumbre creativa sobre las inteligencias artificiales son las otras dos cuestiones fundamentales que atraviesan la película sin compasión, hilvanadas con el mejor humor negro del cineasta. Hay hilarantes destellos de auténtica genialidad en El segundo acto: imposible no reír en algún momento.

PRESENCE (2024, Steven Soderbergh)

Una familia que se muda a una nueva casa en las afueras comienza a experimentar extraños fenómenos a su alrededor y empiezan a sospechar que hay una presencia de otra realidad con ellos.

El ejercicio estilístico de Soderbergh en su nueva película es más que suficiente reclamo para su visionado. El consagrado cineasta se atreve a experimentar con una puesta en escena absoluta desde el POV de la presencia que acecha a la familia protagonista. La cámara, líquida y sinuosa, recorre las estancias de la casa —único escenario del filme— desentrañando las crispadas relaciones familiares desde dentro.

Lejos de acercarse al género de terror, el director emplea la presencia fantasmagórica a modo de visor del drama humano más profundo, del miedo a la muerte y de la superación del trauma, de un modo similar a David Lowery y su espléndida A ghost story (2017), sin llegar a alcanzar su profundidad.

TWILIGHT OF THE WARRIORS: WALLED IN (2024, Soi Cheang)

Durante los años 80, la ciudad amurallada de Kowloon era el único lugar en Hong Kong fuera de la ley, entregado por completo a las triadas. En este ambiente, Chan Lok-kwun (Raymond Lam), huye del temido jefe mafioso Mr. Big (Sammo Hung) y acaba refugiándose en Kowloon, donde el respetado Ciclón (Louis Koo) lo protege y pone a su cargo. Pero los problemas llegan cuando la banda de Mr. Big quiere adueñarse de la ciudad amurallada y deben defender su territorio.

El combate marcial más desenfrenado prima en Twilight sobre lo demás. Saltos imposibles, una resistencia al daño sobrehumana y métodos de noqueo cada vez más rocambolescos, forman unas coreografías de acción encandiladoras a la vez que tremendamente surrealistas y propias del anime.

El espacio —la extinta ciudad amurallada de Kowloon (Hong Kong)— lo es todo en la película: un lugar laberíntico, arquitectónicamente imposible y espectacular en su concepto que, plagado de triadas, es el caldo de cultivo perfecto para una película así; al más puro estilo de Redada asesina (The raid) (2011), aunque bastante más imaginativa y poco realista.

El disfrute es asegurado en una película revitalizante, que pone en alza la amistad masculina creando un vínculo entre sus cuatro personajes principales que ni el líder mafioso más temido puede romper. Una lluvia de patadas y puñetazos en todas sus formas que quizá pierde un poco hacia su final, cuando se pone más fantasiosa.

ENTIERRA A TUS MUERTOS (2024, Marco Dutra)

En un mundo rural apocalíptico, el recolector de animales atropellados Edgar Wilson (Selton Mello) planea escapar con su novia Nete (Marjorie Estiano), pero esta termina uniéndose a una secta, por lo que Edgar se embarca en un viaje para hacer lo correcto por ella.

Bury your dead es la prueba de que los cineastas deben pensar también en el público. Una película con enorme pretensión autoral que se siente inaccesible desde el primer momento y te mantiene alejado de su historia hasta el final. La fragmentación capitular regresiva no sirve más que para ubicarse y tener certeza de que el tiempo pasa, cuando pareciera que no, y que cada vez queda menos para poner fin al hastío.

Es innegablemente hermosa en el apartado visual, así como en algunos efectivos trucos del montaje, pero más allá de eso no hay más que tedio. Una narrativa deslavazada, confusa, que no explica casi nada de su extraña historia, hace a su vez que las intenciones creativas sean difusas.

I, THE EXECUTIONER (2024, Ryoo Seung-wan)

El detective Seo Do-cheol (Hwang Jung-min) y su división empiezan a perseguir a un asesino en serie cuando el asesinato de un profesor revela vínculos con casos anteriores. El criminal se mofa de un país confuso anunciando su siguiente movimiento a través de internet, por lo que el equipo de policías incorpora al idealista agente novato Park Sun-woo (Jung Hae-in) para reforzar su investigación.

I, the executioner es un thriller policial a la americana con todos los factores para ser un éxito comercial. La investigación más concienzuda se fusiona con algunas secuencias de pura lucha marcial desenfrenada. Pero, más allá de la acción y el thriller, plantea algunas cuestiones de reflexión fundamentales para nuestra sociedad dirigidas sobre todo a las nuevas generaciones.

El impacto de los medios de comunicación y las redes sociales en una era hiperconectada, juegan un papel más que relevante en la película surcoreana, pues las pesquisas policiales avanzan a trompicones por culpa de intereses egoístas ajenos y manipulaciones mediáticas, ocasionando una situación que sirve como advertencia ante al auge del amarillismo y la facilidad de las fake news.

Uno de los personajes espeta en un momento dado: “¿Hay asesinatos buenos y malos?”, confiriendo a la auténtica tesis de la película un carácter explícito. Ésta es la verdadera cuestión sobre la que habla I, the executioner: la moral de la justicia. Qué es justo. Aunque, por supuesto, lo más interesante son las secuencias de acción y el ritmo tan vivaz con que se narra la historia.

LA SUSTANCIA (2024, Coralie Fargeat)

Elizabeth Sparkle (Demi Moore) es una actriz en decadencia que pierde su trabajo en un programa de televisión por ser demasiado mayor. En un momento de inseguridad y miedo, cree encontrar la solución a sus problemas cuando descubre “La sustancia”, un producto que un joven misterioso le ofrece y que puede crear una versión mejorada de sí misma más joven y perfecta: justo lo que necesitaba…

La sustancia era, casi sin dudarlo, la película con más expectación del festival. La directora de Revenge (2017), Coralie Fargeat, llevaba haciendo ruido con su nuevo trabajo desde principios de año en Cannes, donde sorprendió dejando al público boquiabierto.

Una vez vista, no cabe duda de que es una de las mejores películas que se van a ver en Sitges, si no la mejor. Influenciada por la nueva carne de Cronenberg, el extremismo francés de los 2000 y Kafka, la francesa configura una cinta única y atrevida que es tronchante por extremadamente grotesca y carnal. Un body horror que con sus explícitas formas propone una evidente visión crítica sobre la hipersexualización de la mujer, el miedo al envejecimiento irrefrenable y la propia belleza; cuestiones problemáticas sobre la —auto— percepción, alentadas en gran medida por el canon publicitario y las redes sociales.

Fargeat utiliza de forma magistral la puesta en escena y montaje para acompasar las conductas de sus destructivos personajes y la propia imagen, creando un ritmo propio con secuencias en que la acción cotidiana se escenifica mediante las formas del videoclip o anuncio televisivo (montaje rapidísimo, planos detalle, mucho color y música a todo volumen). Así, forma y fondo actúan en consonancia.

La primera parte introductoria puede extenderse demasiado y no terminar de romper argumentalmente, pero sirve para plantear la oscura dinámica del filme y convertirla en rutina: el cotidiano proceso de la duplicación. Una vez se descontrola en su tercer acto no hay vuelta atrás. Un baño de sangre y vísceras que puede asquear si coge por sorpresa, pero que es mucho más que un simple alarde de efectos prácticos y locura gratuita; es un viraje de tono, una ruptura bizarra que cierra a la perfección la sátira planteada anteriormente con el ingenio de una gran mente creativa.

CENTAURES DE LA NIT (2024, Marc Recha)

Un fotógrafo ciego que capta las almas de las personas y los objetos se queda varado en un misterioso monasterio de Cataluña con un grupo de amigos ciegos.

La propuesta de Centaures de la nit es realmente interesante. Una película en un blanco y negro hermoso, en cuatro tercios y sin un argumento estrictamente definido. Hay ciertos conflictos en los protagonistas y algún propósito, pero nada está demasiado claro, la historia fluye libre y sus personajes más aún. Es este difuso transcurrir de eventos y heterogeneidad de acciones que terminan estancando la película y cuesta entrar en su dinámica.

La película de Recha es bella en lo visual pero constantemente, y sobre todo en su cuarto final, anticlimática y pesada. Una historia que se siente repetitiva en su naturaleza sin rumbo, pero que, aun así, esconde una ternura enorme por sus enérgicos y carismáticos personajes. Lluís Soler magnífico, pero la tropa de gamberros invidentes es el alma de la película.

MARIPOSAS NEGRAS (2024, David Baute)

Tres mujeres de distintos continentes migran, algunas con su familia, en busca de un lugar mejor en que asentarse porque el cambio climático ha destruido sus hogares. Tanit, Valeria y Shaila vienen de Asia, África y América Central y lo han perdido todo, solo les queda una lucha inclemente contra las dificultades de encontrar refugio y el futuro incierto.

Mariposas negras pretende emocionar, sobre todo en su tramo final, pero se pasa un poco de efectista. La historia que denuncia es trágica y me interesa más que la película como tal, pues la decisión narrativa de alternar las vidas de tres mujeres impide en cierta forma establecer una conexión con los personajes. La animación es preciosa y la utilización más poética de las mariposas negras en la ficción muy bien servida, pero, pese a sentirse una gran implicación en la historia que se pretende contar, a nivel narrativo se queda corta y no termina de funcionar.

Es desolador ver como en pleno siglo XXI algunas grandes potencias niegan la existencia de una problemática tan demostrada como es el cambio climático. Millones de personas se ven obligadas a migrar cada año de sus países por este motivo y la Convención de Ginebra no lo acoge en sus estatutos como motivo para ser considerados refugiados. Esas imágenes finales que muestran a las mujeres reales de la película aportando su testimonio hielan la sangre por su crudeza. El mayor terror siempre es real y palpable.

MADS (2024, David Moreau)

Romain (Milton Riche) prueba una droga nueva y se dispone a salir de fiesta, pero la pesadilla comienza cuando de camino en el coche recoge a una mujer herida que, sin mediar palabra, se convierte en presa del pánico y golpea su cabeza hasta morir. Entonces la realidad y los efectos del fármaco se empiezan a mezclar.

Una de las primeras sorpresas del festival es Mads (2024), una película rodada sin cortes aparentes, que nos conduce a los infiernos de tres jóvenes amigos que comparten una droga extraña. No es nada realmente innovador, pero funciona a la perfección por su capacidad de angustiar hasta el extremo con su puesta en escena.

Esa sensación de estar dentro de la película sufriendo junto a sus personajes es constante y Moreau la consigue gracias al uso del sonido y la imagen: una focalización interna constante de los jóvenes que nos traslada a su estado de confusión y pérdida de la realidad para arrastrarnos con ellos.

El punto de vista, siempre de uno de los personajes, cambia durante la película para seguir a los tres amigos por separado, haciendo que su segunda parte caiga en la repetición, pues, llegado un punto, no ocurre casi nada nuevo. No obstante, la inmersión a la que nos somete y el sin cesar de acción suplen este defecto objetivo de la narración.

MR. CROCKET (2024, Brandon Espy)

A principios de los años 90, la recién viuda Summer Beverly (Jerrika Hinton) lucha por criar a su hijo Major (Ayden Gavin), afligido por la pérdida de su padre. Para calmar al niño, Summer le pone una misteriosa cinta de VHS que encuentra, titulada Mr Crocket´s World, que pronto le obsesiona hasta el punto de verla en bucle. Una noche, Mr Crocket (Elvis Nolasco) sale del televisor y se lleva a Major, por lo que su madre inicia una investigación para recuperarlo y destruir al enemigo.

El argumento, espeluznante al estilo creepy pasta, lo tenía todo para ser un éxito. No es así. Mr. Crocket es previsible y ridícula por momentos. Las salidas de tono son recurrentes, pues si existe una pretensión terrorífica manifiesta, hay secuencias melodramáticas abruptas y totalmente anticlimáticas que atienden a la intención de dar profundidad a la película con un mensaje de amor paternofilial ciertamente moralista, que destruyen la atmósfera y se sienten fuera de lugar.

Estos hachazos a la línea tonal del filme son clavos de un ataúd que termina por cerrarse con un tercer acto estancado, repetitivo y excesivamente dialéctico. Un desastre narrativo en todos los aspectos definitivamente. Aunque no cabe dudas de que es de lo peor que he visto en el festival, tiene algunas escenas terroríficas (pienso en el programa televisivo en sí mismo, con su estética particular y perturbador visto a través de un televisor antiguo) y el argumento en sí es interesante, aunque desaprovechado.

BOOKWORM (2024, Ant Timpson)

La pequeña Mildred (Nell Ficher), de once años, retoma el contacto con su padre Strawn (Elijah Wood) después de mucho tiempo, con el fin de demostrar la existencia de una criatura mitológica por la que ofrecen una cuantiosa recompensa. Una aventura por parajes naturales estrechará su distante relación.

Bookworm es la cinta más tierna del festival. Una historia entrañable sobre los lazos familiares y el amor entre padre e hija. Si esperas aventura épica y fantasía te vas a llevar un chasco, pues la auténtica magia suele dejarse ver de la mano del amor más genuino como la película de Timpson demuestra.

El pretexto de buscar una pantera salvaje sirve para un reencuentro inesperado entre Strawn y su hija Mildred, que nunca han tenido tiempo para conocerse y no se sienten familia. Como suele ocurrir en estas películas, el vínculo que une a sus personajes se estrecha cada vez más, transmutando de un rechazo o indiferencia iniciales a una sanadora comprensión mutua final. Y aunque el drama está presente, la comedia aún más, con algunos hilarantes gags como el continuo pillapilla con la pareja de ladrones y un Elijah Wood —al que siempre da gusto ver en pantalla— como mago fracasado que sale al paso de cualquier situación con un truco.

EXHUMA (2024, Jang Jae-hyun)

La famosa chamana Hwa-rim (Kim Go-eun) y su aprendiz, son contratados por una adinerada familia para investigar una peculiar enfermedad que aqueja a su hijo primogénito.  Las pesquisas conducen a una antigua tumba familiar ubicada en tierra sagrada, que deciden exhumar junto al embalsamador y experto en feng shui más famoso de Corea, Kim Sang-deok (Choi Ming-sik). Esta decisión libera un mal poderoso que amenaza con destruirlos a todos.

El terror asiático siempre es bienvenido, pues suele lograr muy bien su propósito. En este caso, Exhuma construye una historia estrechamente vinculada a la religión, que ocasiona un fuerte impacto cultural desde su visionado occidental. Un choque que no repele al espectador, sino más bien lo intriga aún más ya que, aunque algunas cuestiones se escapen, lo desconocido suele cautivar, sobre todo en terreno terrorífico. Pero no todo es perturbación, pues el humor destensa algunos momentos abrumadores, como esa excelente sucesión de tres planos en que los protagonistas descubren el poder de protección de los tatuajes budistas y deciden pintarse oraciones en la cara, para después sorprender a un desubicado controlador de tráfico (descubrimiento – controlador – protagonistas con la cara pintada como última revelación de cara al espectador: construcción cómica).

Chamanes, espíritus y conjuros, en una película de dos horas y media que no pesa en ningún momento. Son la fuerza de la imagen y la construcción narrativa las que impulsan y dinamizan la acción. En un momento de cierta caída de la expectación, un punto de giro inesperado reactiva el interés de forma casi inmediata, pues el guion del propio Jae-hyun apenas se permite despistes. Es cuando llega ese tercer acto totémico, imponente e imborrable, cuando la cinta alcanza su punto álgido. Con esas oscuras secuencias en que el sonido lo es todo y la imperturbable voz ancestral de las profundidades clama en busca de sangre.

Hasta aquí mi primera crónica del Festival de Sitges, espero que la hayáis disfrutado y leáis las demás que se irán publicando. Hasta entonces, ¡estaré viendo películas!