4 Butacas de 5
La famosa chamana Hwa-rim (Kim Go-eun) y su aprendiz, son contratados por una adinerada familia para investigar una peculiar enfermedad que aqueja a su hijo primogénito. Las pesquisas conducen a una antigua tumba familiar ubicada en tierra sagrada, que deciden exhumar junto al embalsamador y experto en feng shui más famoso de Corea, Kim Sang-deok (Choi Ming-sik). Esta decisión libera un mal poderoso que amenaza con destruirlos a todos.
El terror asiático siempre es bienvenido, pues suele lograr muy bien su propósito. En este caso, Exhuma construye una historia estrechamente vinculada a la religión, que ocasiona un fuerte impacto cultural desde su visionado occidental. Un choque que no repele al espectador, sino más bien lo intriga aún más ya que, aunque algunas cuestiones se escapen, lo desconocido suele cautivar, sobre todo en terreno terrorífico. Pero no todo es perturbación, pues el humor destensa algunos momentos abrumadores, como esa excelente sucesión de tres planos en que los protagonistas descubren el poder de protección de los tatuajes budistas y deciden pintarse oraciones en la cara, para después sorprender a un desubicado controlador de tráfico (descubrimiento – controlador – protagonistas con la cara pintada como última revelación de cara al espectador: construcción cómica).
Chamanes, espíritus y conjuros, en una película de dos horas y media que no pesa en ningún momento. Son la fuerza de la imagen y la construcción narrativa las que impulsan y dinamizan la acción. En un momento de cierta caída de la expectación, un punto de giro inesperado reactiva el interés de forma casi inmediata, pues el guion del propio Jae-hyun apenas se permite despistes. Es cuando llega ese tercer acto totémico, imponente e imborrable, cuando la cinta alcanza su punto álgido. Con esas oscuras secuencias en que el sonido lo es todo y la imperturbable voz ancestral de las profundidades clama en busca de sangre.