'El Segundo Acto': una eficaz y delirante narrativa

'El Segundo Acto': una eficaz y delirante narrativa

3’5 Butacas de 5

David (Louis Garrel) intenta convencer a su amigo Willy (Raphaël Quenard) para que se vaya con Florence (Léa Seydoux), una chica guapa que está enamorada de él pero que no le atrae. Florence quiere presentar a su padre Guillaume (Vincent Lindon) y a su amado David, por lo que los cuatro acaban reuniéndose en un restaurante en medio de la nada.  

Si algo tiene el cine de Quetin Dupieux es su capacidad de sorprender con sus grotescos argumentos e ingeniosos guiones. En El segundo acto, el francés vuelve a hacer de las suyas y configura una película tan eficaz en su delirante narrativa como sorprendente en su poliédrica reflexión sobre el mundo actual y el cine en concreto.

La cinta se compone de una serie de largos planos secuencia de conversación durante el rodaje de una película, en que sus actores —al cuadrado— salen del papel continuamente ante las alarmas de corrección política que se autoimponen, generando un curioso debate sobre el mundo de las figuras públicas y su repercusión mediática.

La salud mental y la incertidumbre creativa sobre las inteligencias artificiales son las otras dos cuestiones fundamentales que atraviesan la película sin compasión, hilvanadas con el mejor humor negro del cineasta. Hay hilarantes destellos de auténtica genialidad en El segundo acto: imposible no reír en algún momento.