2 Butacas sobre 5
Todos los años tenemos más de una comedia francesa que ha sido la reina de la taquilla (o de la crítica, según la película) durante su paso por las carteleras del país. Desde que películas como Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? llegase a las carteleras de todo el mundo para arrasar, son muchas las cintas que intentan seguir sus pasos, convirtiéndose en comedias que resultan, en su mayoría, denigrantes para las minorías, ya sean mujeres, afroamericanos u homosexuales. Y, bueno, Cómo ser un french lover no iba a ser menos.
La historia de ‘Cómo ser un french lover’ nos traslada a la vida de Alex, un gigolo que, tras haber pasado 28 años de noviazgo con una mujer entrada en años y asombrosamente rica, es abandonado por esta, quien harta del pasotismo de su pareja, decide buscarse uno más joven. Esto hará que el inepto de Alex tenga que refugiarse en casa de su hermana Sarah, a la que hace años que no ve. Durante su estancia, tendrá que apañárselas para volver a conseguir arrejuntarse con una mujer rica y así no tener que dar un palo al agua en su vida, mientras que ayuda a su sobrino a conseguir a la chica de sus sueños. ¿Qué puede salir mal de una película que tiene esta premisa? Pues prácticamente todo.
La comedia es el pilar fundamental de este tipo de películas. Si no consigues hacer reír al público con los chistes y las idas y venidas del personaje protagonista, estás perdido. Y, tristemente, Como ser un french lover no consigue su objetivo de hacer reír al espectador. Partiendo de un humor más característico del que hace tu cuñado durante la cena de Navidad con la familia, la película se mueve con chistes muy poco cómicos, sin gracia, lo que en parte es a causa de unas bromas que huelen a cerrado. Es una pena, porque se podría haber aprovechado una película con esta premisa para realizar chistes con muchísimo más ritmo y humor (que ojo, algunos hay, no le vamos a quitar merito tampoco).
Las pocas gracias que consiguen lograr el favor del público son las que son realizadas a raíz de la relación que mantienen los dos hermanos protagonistas. Alex y Sarah son tan diferentes como el día y la noche, y aún así no puedes dejar de reírte con algunos de los zascas que se lanzan durante toda la película (sobre todo, ella a él). Justo es esto lo que más me ha gustado de toda la cinta: la reflexión que podemos hacer sobre las relaciones familiares y sobre cómo el paso del tiempo ha ido cambiándonos a todos. Puede que no seas muy asiduo de reunirte con tus familiares por el motivo que sea, pero ellos siempre están (o deberían estar) en los peores momentos, y eso es lo que hay que sacar en claro de Cómo ser un french lover.
Sin embargo, ni siquiera esta bonita y tópica reflexión familiar hace quedar mejor a la película dirigida por Olivier Baroux, que no puede esconder los errores y vulgaridades de un guion que más parece sacado de otro tiempo (quitándole ciertos aspectos positivos que ya hemos comentado anteriormente). Por otro lado, no podemos dejar escapar la oportunidad de resaltar que la cinta es predecible hasta niveles insospechados, con poquitas sorpresas por el camino y un esquema cliché y tópico a más no poder.
El apartado interpretativo no llega a ser malo del todo. Sin ser un prodigio como actor, Kad Merad hace un trabajo solvente y aceptable interpretando al desgraciado protagonista de esta historia, aunque no es quien más brilla durante la película. Anne Charrier es la que aporta el alma a la película, con una interpretación sencilla que, sin llegar a ser nada del otro mundo, en un tipo de película como es Cómo ser un french lover destaca.
En conclusión, Cómo ser un french lover es una película olvidable que no funciona de ninguna de las maneras. A pesar de contar con una reflexión bonita y trascendente sobre las relaciones familiares y el paso del tiempo, la cinta de Baroux es un film falto de comicidad y diversión, con un humor digno del patio de un colegio y machista que no agrada al espectador medio. Los actores protagonistas, Kad Merad y Anne Charrier, hacen lo que pueden para salvar los muebles de una película que no recordaremos con el paso de los años (y que, según parece por su humor, tampoco lo pretende).