3’5 Butacas de 5
Próximamente se estrena en España El Jockey(2024) tras su paso por el Festival de San Sebastián, la nueva película de Luis Ortega (El ángel) que navega entre la inquietante atmósfera de Lynch y el retrato sobre la identidad de Almodóvar. Una cinta atrevida y original, tan libre y creativa como compleja en sus intenciones y difícil de encajar por su abstracción conceptual.
El legendario jockey Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart) comienza a caer en picado y a poner en peligro la relación con su novia Abril (Úrsula Corberó) por su alcoholismo y autodestructivo carácter. El día de su carrera más importante, que le librará de las deudas con su jefe mafioso Sirena (Daniel Giménez Cacho), sufre un grave accidente y se fuga del hospital para vagar por las calles de Buenos Aires desprovisto de identidad, buscando quién es realmente.
El actor protagonista Nahuel Pérez Biscayert (Un año, una noche) encarna a un mismo personaje en dos etapas completamente distintas de su proceso identitario que transita de una a otra a raíz de un trágico accidente, recordando en cierta forma a la inolvidable Carretera perdida (1997) de David Lynch, para después atravesar el imaginario más dramático y retrospectivo de Almodóvar. La identidad como centro de todo, igual que en los citados, sobre todo en el español.
Desde el comienzo de El Jockey sabes que estás viendo algo distinto, una cualidad muy de agradecer estos días. La intención de Ortega de construir una historia única y completamente autoral traspasa la pantalla golpeando la capacidad de elucubración del espectador en cada secuencia, pues la osadía de intentar adelantar los pasos de Manfredini es reiteradamente infructuosa. La sorpresa es uno de los elementos constantes a lo largo de la cinta, la deriva narrativa es de todo menos complaciente y predecible.
El Jockey explora de forma bastante peculiar la búsqueda de identidad de un ser perdido y destruido por sus adicciones. Un concepto muy potente, sobre todo a nivel formal. Luis Ortega contagia cada una de sus escenas de una atmósfera de inquietante desconcierto, nada es del todo normal y, sobre todo, no conocemos apenas sobre los personajes y sus intenciones o circunstancias; algo que impulsa esta sensación de extrañeza pero que, a su vez, actúa en detrimento de la comprensión argumental de la película, y algunas cosas, por no explicarse un mínimo, quedan en el aire haciendo del resultado final de El Jockey un conjunto ciertamente heterogéneo.
Los aciertos de Ortega son más que notables y, ante todo, la grata sorpresa de contemplar una pieza audiovisual libre y abierta para quien quiera dejarse abducir. Un cine alejado de la corriente comercial, que rezuma amor, talento y ganas de explorar sus posibilidades.