'Juega o muere': un slasher para unir los puntos

'Juega o muere': un slasher para unir los puntos

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En la industria del cine es bien sabido que no hay fórmulas. La taquilla es un desierto árido, infinito y mayoritariamente inexplorado. Al no haber fórmulas de éxito, tampoco debería haberlas para hacer películas. O al menos nadie debería seguir ningún cuadernillo para crear una película. No es original y lo único que se consigue es que el público vea venir a leguas la propuesta y se acabe desesperando. Juega o muere es un slasher de manual, una cinta vaga y con muy pocas luces.

Un grupo de adolescentes de Salem descubre una daga maldita que libera a un demonio que los fuerza a jugar a versiones crueles y sangrientas de los típicos juegos infantiles: no habrá ganadores, solo supervivientes. Esta premisa la podría haber escrito una inteligencia artificial. Trata de ser impactante y original cuando lo que esconde el guion es un montón de lugares comunes y unos personajes vacíos.

Si algo se podría salvar de la propuesta son las personas que dan la cara ante el público. Sus dos protagonistas: Natalia Dyer y Asa Butterfield bajan al barro y levantan algo que se encuentra soterrado a varios miles de metros de profundidad.

El problema es que, pese a cumplir a rajatabla los mandamientos de los slasher/cine de posesiones, es capaz de hacerlo todo mal. Estereotipos con patas mal construidos, asesinatos mediocres y poco originales y una voluntad por molestar al espectador con efectos de sonido demasiado altos.

Poco más hay que decir de una propuesta tan pobre. Su duración es lo único que la salva, parece un capítulo largo de alguna serie de Netflix que bajo ningún concepto debería pisar los cines. Juega o muere es una película que podrían disfrutar los más jóvenes reunidos en una casa en las vísperas de Halloween. Y ya. No hay más.