3 Butacas de 5
«Las matemáticas no pueden verse afectadas por las emociones», dice el profesor de Marguerite.
Científicos incomprendidos hay muchos. Alan Turing en The Imitation Game o Sheldon Lee Cooper en The Big Bang Theory, por citar un par. Pero imagina que estos dos salen de fiesta una noche y, a la mañana siguiente, tiran la calculadora por la ventana y abandonan el laboratorio. Pues ahí, más o menos, es donde nos coloca Marguerite, interpretada por Ella Rumpf, que encarna a una mujer con una mente matemática increíble, pero con una vida social algo limitada. Marguerite es la mejor alumna de la facultad, probablemente, aunque sus profesores la traten de lunática y sus compañeros la llamen inmadura o friki. Es un pez fuera del agua, y un día, decide marcharse.
Rumpf se adueña del personaje. Transmite esa mezcla de gran intelecto y torpeza social a la perfección. No es un genio inalcanzable, sino alguien con tantos problemas como cualquier mortal. De hecho, puede que algunos más.
La dirección de Anne Novion es sobria y algo limitada. Hay un potencial visual implícito que grita “¡estoy aquí!”, pero nadie le hace caso. La narrativa avanza lentamente al principio, pero acelera al cabo de la media hora. Esa es la buena noticia. La mala es que nunca llega a monoplaza, se queda más bien en patinete eléctrico.
La banda sonora cumple su función como hilo musical sin destacar. Uno de los personajes principales es músico, pero es como tener un tío en Alcalá. La peli quiere ir de matemáticas, y por eso, supongo, se va con la música a otra parte.
Y sin embargo, la historia de Marguerite tiene su encanto. Compararla con Alan Turing o Sheldon Cooper no es casualidad. Pocas veces vemos a mujeres liderando narrativas que combinan ciencia y excentricidad, ya sean reales o ficticias. Marguerite se convierte en una especie de científica bohemia, entre las matemáticas y la vida nocturna, lo racional y lo emocional. Solo por eso, la peli vale la pena. Es un soplo de aire fresco, y Ella Rumpf la interpreta con una chispa que levanta el conjunto.
El teorema de Marguerite sale bien parada gracias a un personaje-suflé que crece cuando la situación está a punto de quedarse fría. Aborda el clásico conflicto entre mentes lógicas y personalidades asociales que tantos premios ha repartido. Y nos enseña que nunca es tarde para dejar los estudios y mudarse encima de un restaurante chino.
En resumen, si te gustan los personajes brillantes pero socialmente torpes –toc, toc, ¿Penny?–, puede que encuentres algo en esta peli que te haga sentir como en casa.