4´5 Butacas sobre 5
La vida invisible de Eurídice Gusmão es un drama (aunque es mejor definirla como un melodrama, por la importancia que tiene la música en el relato) dirigido por Karim Aïnouz. Además, cabe destacar que es la película premiada en el Festival de Cannes como mejor película, y no me extraña por la capacidad que tiene la película para emocionar, intrigar y me atrevería a decir, traumatizar al espectador. No me refiero a trauma como algo aterrador, ni tampoco lo menciono como algo negativo, sino a que puede impresionar por la manera en la que conectas en esta película con las protagonistas: Eurídice Gusmão (Carlo Duarte) y Guida Gusmão (Julia Stockler).
Me paro un momento, para comentar el excelente reparto de la película. Un casting excelente, que nos va a encantar, con unos dotes actorales y un realismo que te harán sentir desde un inmenso cariño, hasta despreciarlos o sentir lástima; pero al final lo que más te va a llegar es el sufrimiento que consiguen transmitir las protagonistas, rompiendo todas tus defensas.
Y ahora, hablemos del relato; nos encontramos en Rio de Janeiro en los años 50, donde Guida y Eurídice son dos hermanas inseparables que viven en una casa bastante conservadora, con una rutina muy tradicional; de la época. Pero un día, debido a una desafortunada decisión son separadas por su padre y se ven obligadas a vivir sin poder verse. Cada una luchará sin perder la esperanza de encontrarse. Por otro lado, a lo largo de la película veremos su lucha por cumplir sus sueños: siendo el de Eurídice estudiar en el conservatorio de Viena, para convertirse en una célebre pianista; y el de Guida encontrar a su amor verdadero.
De todas las cosas que debería destacar de esta película, quiero empezar con lo que más me ha llamado la atención: su estilo, el simbolismo y ritmo. Desde el principio, se nos presenta una metáfora que nos va a indicar como se va a desarrollar toda la película. Y cada vez que se haga mención a esta metáfora, nos iremos dando más cuenta de la dolorosa verdad que nos oculta el relato. El ritmo es sensacional, tropical y fresco.
De los 139 minutos que duró el relato, a mí personalmente, se me fueron volando. Karim Aïnouz sabe transmitir el día a día de Rio de Janeiro, ya sea por la dificultad que tienen las mujeres sometidas al estilo tradicional de vida, que deben buscarse la vida como pueden; o por las cadenas que las atan a seguir el estilo impuesto por la sociedad del momento.
La crítica social, o mejor dicho, la exposición social de la época, es otra característica fundamental que viene a definir el sentido de la película. Es un llamamiento a la injusticia que vivieron las mujeres de entonces, un manifiesto de todas las dificultades que tuvieron que afrontar para poder permitirse vivir con dignidad (algunas afortunadas) y libertad (las pocas que lo conseguían se condenaban a una vida dura y sin opciones de ser ellas mismas).
Nunca antes había sentido una conexión emocional tan fuerte con una película (esto seguramente sea porque aún me faltan muchas por ver, ya que llevo una lista curiosa completada pero insuficiente para considerarme un experto o sabio). La película consigue que establezcas un vínculo con las protagonistas, ya sea por todas las dificultades que atraviesan, como todas las injusticias que son imbuidas en una impotencia que sientes durante toda la película. Todo esto se ve condensado en un final con el que es imposible no romper a llorar. Porque al final te das cuenta de que lo más doloroso es la propia vida invisible de Eurídice Gusmão.