'Volveréis': Jonás Trueba irrumpe en la comedia con un éxito arrollador y sin perder su esencia

'Volveréis': Jonás Trueba irrumpe en la comedia con un éxito arrollador y sin perder su esencia

4’5 Butacas de 5

Jonás Trueba sorprendió ganando el premio de Mejor película europea en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2024, siendo además el único largometraje español de la competición. Volveréis es una excelente comedia dramática sobre el amor y la vida, con una portentosa pareja protagónica y un juego de metacine muy interesante.

Tras quince años de relación, Ale (Itsaso Arana) y Álex (Vito Sanz) deciden separarse celebrando una fiesta con sus seres queridos. Todo el mundo piensa que es una idea absurda y que van a volver, pero ellos se mantienen firmes en su postura.

El director madrileño no pierde su esencia y las inquietudes que caracterizan su cine, pero innova añadiendo a su narración un sutil humor conductor —en sus películas casi siempre juega con la comedia, pero no de forma tan afilada— que surge del propio conflicto de la película: una idea tan antitética como celebrar una fiesta de separación; subvirtiendo de esta forma la tristeza inherente a la ruptura romántica. Este tono de comedia ligera sirve para reírse un poco de la vida y aliviar la tensión de nuestra existencia, algo así como lo que intenta el cine, y permite una reflexión relajada sobre la naturaleza humana y las relaciones sociales.

Trueba siempre da importancia, de una manera u otra, al cine en sus películas, y aunque ya había coqueteado con ello en Los ilusos o Tenéis que venir a verla, en Volveréis construye un juego metacinematográfico que articula la cinta dándole mayor profundidad. Casi suprime la línea divisoria entre realidad y ficción, o plantea la segunda como una proyección inseparable de la primera. La escena casi final de la audición que Ale graba a su pareja materializa a la perfección esta tesis, razonada a lo largo de la película, en momentos de puesta en escena en que desconocemos si vemos a los personajes o a los personajes de los personajes, y en esas reuniones de equipo que, con pretexto de la película que ruedan, discuten cuestiones que atañen directamente a la historia de Volveréis. Estos momentos, guardando las distancias, me recuerdan a los de autocrítica del propio Iñárritu en Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022).

Hay homenajes directos (Bergman) e indirectos (Varda) relacionados con el cine, pero también tiene cabida la filosofía en Volveréis, desde el propio teorema de Fernando Trueba —como he decidido llamarlo porque su hijo le da un papel en la película y es el motor indirecto de su desarrollo—: “hay que celebrar las rupturas y no las uniones”, máxima del padre de Ale que incita a la pareja en su decisión, hasta el propio Kierkegaard y su libro La repetición o la teoría del eterno retorno de Nietzsche que resuena en toda la película. Asimismo, el propio Fernando Trueba relaciona ambas disciplinas, cine y filosofía, y por extensión realidad y ficción, mediante el libro El cine, ¿puede hacernos mejores?, de Stanley Cavell.

Volveréis es una película con un ritmo muy fresco, actuaciones exquisitas y un humor ligero que dinamiza su narración. Tiene una premisa interesante y un desarrollo más aún, pues lejos de construir la fiesta de separación, se centra en profundizar en la vida previa de la pareja, relegando el reclamo de interés a un final incierto. De esta forma Trueba exalta la cotidianeidad y abre un pequeño agujero por el que, a través de conversaciones y relaciones sociales, sobre todo, se cuela la sutil filosofía de la existencia que tanto empeño pone en desentrañar. Una película muy disfrutable —la mejor de Trueba junto a La virgen de agosto (2019)—, tanto a nivel más superficial, como en las lecturas un poco más profundas que puedan sacarse.