4 Butacas de 5
Sacha Polak es una de las voces más prometedoras del cine neerlandés actual. Ha desarrollado un estilo propio, crudo y visceral, que emplea para retratar la vida de sus personajes femeninos. Estas características se mantienen en su última película, Silver Haze, una obra que, aunque es dura, también deja espacio para algo más.
Si la cosa funciona, ¿por qué cambiar? Además de conservar su estilo, Polak vuelve a trabajar con la misma actriz y ciudad que en su anterior película, Dirty God. Pero, a pesar de repetir estos elementos, la directora logra transmitir sensaciones diferentes, demostrando que lo importante no son solo los recursos, sino también cómo se utilizan.
En Silver Haze, Polak explora cómo las cicatrices pueden moldear la vida de una persona. La actriz Vicky Knight, que no es profesional, interpreta a Franky, una enfermera que vive en los suburbios de Londres y lidia con las secuelas de un trágico recuerdo: el incendio que le quemó la piel cuando era niña. Años después, Franky sigue buscando una venganza imposible. Knight, quien también es enfermera en la vida real, vivió una experiencia similar en su infancia, lo que añade una gran autenticidad a su personaje.
La dureza que consigue transmitir la película proviene, por un lado, de la estética sucia y suburbana de la historia, y por otro, de la potente interpretación de Knight. Esta atmósfera triste, probablemente influenciada por la experiencia personal de la actriz, impregna toda la obra. Un pesado presagio de la muerte acompaña a Franky en cada acción, movimiento o persona con la que se cruza. La directora construye esta oscura compañía de manera memorable.
Polak evita convertir este realismo en un patetismo existencial o en un sentimiento trágico de la vida. Al contrario, deja espacio para la risa, el sexo, la pertenencia, el odio, la violencia y la satisfacción. Esta dualidad refleja una realidad compleja. A pesar del entorno opresivo, la película nunca aleja el foco de la humanidad de su protagonista.
En última instancia, Silver Haze no es solo una historia de dolor y venganza, sino una exploración profunda de lo que significa vivir con cicatrices, tanto físicas como emocionales, en un mundo que no siempre deja espacio para sanar. Sacha Polak no ofrece respuestas fáciles, pero me deja una certeza: Silver Haze es una película por la que vale la pena sufrir.