2’5 Butacas de 5
Este viernes 23 de agosto se estrena Isla perdida (Haunted Heart)(2024), la nueva película de Fernando Trueba presentada recientemente en el Atlántida Film Fest 2024. La cinta navega entre el drama romántico y el suspense por los secretos de sus enigmáticos personajes, sin llegar a interesar demasiado en ninguno de los dos ámbitos.
La joven barcelonesa Álex (Aida Folch) llega a su nuevo trabajo de camarera en una recóndita isla griega para enamorarse rápidamente de Max (Matt Dillon), gerente del establecimiento, que al empezar a conocerse lucha por ocultar un pasado aparentemente repleto de oscuros secretos.
La presencia de un actor de la talla de Matt Dillon (La ley de la calle, La casa de Jack) funciona como principal reclamo de la película más allá de la figura de Fernando Trueba. Aun así, ni siquiera su interpretación —no hay una química orgánica entre el estadounidense y Folch— resulta relevante en una cinta insustancial en líneas generales, que lejos de ser un despropósito, se pierde en la más intrascendente vacuidad.
Isla perdida cuenta una historia sencilla y no demasiado interesante, sin acontecimientos dramáticos a considerar hasta casi la última media hora y parcas explicaciones a las incógnitas varias que arroja. Comienza como el típico drama romántico imposible a priori, en un tono desenfadado, sereno, en que la relación entre sus protagonistas fluye entre conversaciones de escasa profundidad; para destilar poco a poco, mediante el desconocido pasado de sus enigmáticos personajes, una intriga punzante, el germen de una sospecha, que estalla en ese abrupto y violento giro de guion del último cuarto del filme.
La película de Trueba no es notable pero tampoco catastrófica. Reluce sobre los desperfectos pormenorizados el gran trabajo en la fotografía de ese hermoso paisaje marítimo de la isla griega que, atravesado por una ligera melodía instrumental de jazz —en la línea de la pasión del director por este género musical—, configura la atmósfera idílica —destruida intencionadamente en determinado momento— de un paraíso mediterráneo.
En definitiva, este intento de thriller romántico impulsado por amor y celos al estilo de la alabada por el director madrileño Toni (1935) de Jean Renoir que, guardando las distancias, se asemeja a Isla perdida en cierta forma por su argumento y contexto migratorio y agreste; queda en un insolvente relato con sus claroscuros que, a pesar de no ser obra magna de Trueba puede resultar apetecible si se observa sin demasiada expectativa.