'El Musical de los 80s y 90s. La película': My fair Critic

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¡Cómo mola Cuenca!

Es una de mis ciudades de España favoritas. La hospitalidad, la comida, la gente, el acento, el ambiente, la cultura, las casas colgadas… Las señoras de Cuenca.

Las señoras de Cuenca, o el señor de Cuenca, o el trabajador de bar de Cuenca. Esas figuras para las que se hacen muchos de los contenidos audiovisuales de éxito en televisión, y una gran cantidad de películas familiares. ¿Por qué? Porque si la señora de Cuenca no lo entiende, no funciona y hay que cambiarlo.

Y no lo digo yo. Es un gran tópico en el audiovisual: “Esto no lo entendería la señora de Cuenca”. A las pruebas me remito (Señora de Cuenca | Televisión | EL PAÍS (elpais.com))

¿Por qué hablo de esta indeterminada manchega para hablar de este musical? Precisamente porque dicha mujer entendería muy bien este musical, adaptación de una de las propuestas de mayor éxito de la Compañía Onbeat, y que se trata de la primera adaptación de una obra escénica de la mítica Gran Vía madrileña al cine. Lo entendería por la blancura de su contenido. Una obra para toda la familia sin mayores pretensiones que la de entretener con la música de éxito ochentera y noventera.

Peeeeeeeeeero…

Ojalá se aprendiera algo de Bob Fosse, o de Jerome Robbins y Robert Wise, o de Vicente Minelli. Y no lo digo cinematográficamente. Los números musicales son estupendos. Un montaje muy preciso y ágil que logra imágenes bailables. Y una ambientación en ellos muy lograda. Pero parece ser un copia-pega de lo que se hace en el teatro a la gran pantalla. Incluso puede llegar a decirse que quisieron grabar una función del musical en directo y hacer una peli en vivo. Pero el teatro y el cine tienen gramáticas diferentes. Lo que funciona en las tablas, puede no funcionar en cámara.

Ojalá se aprendiera algo de que las redes sociales no es lo mismo que el cine. La fotografía saturada de colores Instagrameros o Tiktokeros te invita a que hagas un story viendo la película en lugar de ver la película como tal. Quizá es el efecto que se buscaba, no estoy seguro de ello.

Ojalá se aprendiese que para hablar de algo controvertido o de actualidad no hay que pasar por encima de ello. Problemas maritales, adultos con síndrome de Peter pan, sueños no cumplidos, temática trans… Son temas ricos y de actualidad de los que merecen profundidad, delicadeza y sutileza, y más si se pretende en clave de humor como este caso. Blanquearlos de la manera que lo hace esta cinta (en especial, el personaje transexual y su posible amorío con el personaje de Naim Thomas) no creo que sea lo adecuado para aportar peso dramático a tu historia.

Ojalá se aprendiese de Stephen Sondheim o de Jeff Whitty o de William Shakespeare o García Lorca para escribir libretos excelsos y con capacidades adaptables al celuloide. Porque la reunión de amigos funciona, pero los diálogos no. Son totalmente teatrales, resultan forzados y no están dotados de la naturalidad y espontaneidad necesaria para que tengan fuerza. O eso, o querían que la señora de cuenca no se perdiese y pudiera seguir el hilo de la conversación. El montaje tampoco ayuda en las secuencias de diálogo. Te mastican demasiado tu atención. Me recuerdan a los diálogos de la antológica serie 7 vidas, pero sin el ingenio que esta tenía. Además, que parece que la película está al servicio de lucir las canciones que de contar una historia gracias a ellas. Y eso, pues la verdad, en un musical, chirría mucho.

Ojalá se aprendiese de Leonard Bernstein, Frederick Loewe o George Gershwin. Con esto no quiero decir que las canciones ochenteras y noventeras estén mal. Para nada. Buena muestra de eso son El otro lado de la cama (Emilio Martínez Lázaro) o La llamada (Los Javis, 2018). Lo que quiero decir es: ¿Es que no hay más música? ¿Es que no se puede pedir/encargar (que, al fin y al cabo, es un trabajo) a un compositor español que haga música original para un musical español del cual luego se va a hacer una película española? Innovación y fomento de la cultura, ¿no? Así te ahorras pagar derechos y sorprendes al mundo con algo nuevo y original… ¿O eso no lo entendería la señora de cuenca?

Ojalá se aprendiese que no todos los finales tengan que ser bonitos y felices. El final de que todos acaben con pareja funciona muy bien si eres Lope de Vega y su Perro del Hortelano, porque la preceden unas tramas palaciegas y líos de faldas que la sustentan. Pero eso son elementos que yo no veo en este film. Una pareja acaba junta porque están solos, otros se atraen, pero no aprenden nada y van a seguir jugando al gato y al ratón, y la pareja con problemas maritales se vuelve a querer así, como si nada, solo porque no se lo decían continuamente. Hay que seguir pagando facturas, señora. No se pagan con un <<te quiero>>.

Eso sí: rompo una lanza en favor de los actores, tanto los adultos como los jóvenes. Del grupo hombres, destaco a Gonzalo Trujillo. Siendo su personaje tan estereotípico, logro ver, como espectador, veracidad en su trabajo. Y del de las mujeres, sobresale Belén Orihuela dotando de ternura a su personaje Trans.

En cuanto a los actores que hacen la contraparte juvenil de los protagonistas, su credibilidad es fantástica. Incluso un servidor puede llegar a querer verlos más a ellos en sus aventuras en el colegio de su juventud, que a los adultos en el bar. Y sus números musicales son los mejores de todo el film. Una delicia de ver. Mi más sincera enhorabuena.

Le doy dos butacones para que la señora de Cuenca se siente. Es una cinta tan blanca que le gustará seguro. Pero a servidor/redactor, no tanto.