2’5 Butacas de 5
Según la RAE, un mejunje es una sustancia líquida o pastosa hecha con la mezcla de varios ingredientes. Se utiliza esta palabra cuando hemos mezclado demasiados elementos que no parecen tener mucha relación, en un alarde de originalidad o atrevimiento, y el resultado puede ir a delicioso o sorprendente a (por lo general) asqueroso y vomitivo. Me recuerda a las mezclas que se suelen hacer de pequeños de mezclar cocacola con fanta limón y Sprite, o cuando mezclas kétchup con tomate frito con mayonesa con mostaza con salsa pesto con leche o vete a saber cuántos líquidos mas y que luego eso atufa que da gusto y no se lo desearías ni a tu peor enemigo.
¿Por qué empiezo con este tremendo parrafazo? Porque considero que 10 Vidas es un mejunje de muchísimas cosas que, como resultado, no termina de funcionar del todo.
Juntemos que la primera imagen de la película ya distrae, porque en la promoción de la película el prota es un gato, y lo primero que vemos son abejas. Así que ya no sabemos si estamos en Garfield, la película (Mark Dindal, 2024) o en Bee-movie (Simon Smith y Steve Hickner, 2007).
Inmediatamente después se da a conocer a la protagonista, Rose, una aún por determinar por mi persona científica o estudiosa de los insectos, independiente, joven, madura y responsable, pero vive con estrés (a pesar de vivir en el campo) y, encima, mala conductora, que casi atropella al Gato protagonista, al cual adopta y lo llama Becket. Ya de por sí, la prota es poco congruente nada más empezar.
Y menciono más a Rose antes que a Becket, a pesar de que el gato es el verdadero estandarte de la cinta, porque parece que la película es sobre ella en lugar del felino. El desarrollo del gato no va más allá de la de mejorar como gato, y como ha perdido sus siete vidas, o nueve vidas en la versión anglosajona (no sé como se resolverá eso en el doblaje castellano) durante el primer tercio del film, se le otorga (qué sorpresa, ¿no?) una última oportunidad en el cielo animal. Es la misma dickensiana historia ya vista por todos, pero ahora protagonizada por un gato y no en Navidad.
El film se desarrolla entre los gags de slapstick muy forzados y poco graciosos y entre unos diálogos sin chis: ni chispa ni chiste. Ni los monólogos del villano ni los asuntos celestiales gatunos salvan la función. Salvándose así la pareja de matones escoceses, que son los personajes más carismáticos y los que funcionarían por sí solos. Yo les daba un spin off.
Los 80 minutos que dura se hacen largos por todo lo anteriormente mencionado, pero seguramente haga las delicias de los más pequeños de la casa porque hay abejas, gatos, personajes patosos, ángeles cuquis, abejas robóticas, una pareja de matones graciosos, y las aventuras de Beckett son muy variadas. Y no nos olvidemos de contar el final, que, eso sí, resulta muy emotivo.