3’5 Butacas de 5
El director francés Robert Guédiguian estrena en España la dramedia ‘Que la fiesta continúe’, su nueva película ambientada en Marsella.
Toda la vida de Rosa (Ariane Ascaride) ha girado en torno a la política, su trabajo de enfermera en un hospital público y a su familia. Su difunto marido era descendiente de armenios y su hijo Sarkis (Robinson Stévenin) lleva el restaurante de la familia con bastante acierto. Su otro hijo, Minas (Grégoire Leprince- Ringuet) es médico y trabaja en un centro de atención a inmigrantes y está casado y tiene dos hijas pequeñas.
Una tarde en un concierto del coro que dirige la novia de su hijo, Alice, conoce a Henri (Jean-Pierre Darrousin) hay química y también alguna sorpresa ya que resulta ser el padre de Alice y también es viudo.
La película transita entre lo familiar y las reivindicaciones sociales al poner en el centro de la trama el derrumbo de dos edificios ocurrido en la Rue d’Aubagne en el centro de Marsella en 2018. También hace una reivindicación de la sanidad y la educación públicas al reseñar la falta de medios y personal que sufren tanto el hospital de la ciudad como el colegio del barrio, así como la situación por la que atraviesa la izquierda en Francia en relación con la falta de unión entre los diferentes partidos y a su incapacidad para ponerse de acuerdo y dejar las diferencias a un lado.
Otro de los temas importantes es la referencia al conflicto entre Armenia y Azerbaiyán y cómo afectará a la familia de Rosa.
Guédiguian escribe el guion junto Serge Valleti y consiguen una película amena, en la que resaltan la belleza de Marsella y decadencia de la ciudad. La historia de amor protagonizada por dos jubilados es un canto para seguir viviendo y a no cerrarse puertas y algunas escenas están plagadas de humor y emotividad.
Sin embargo, la trama política resulta demasiado redundante y el conflicto entre Sarkis y Alice tarda en aparecer, aunque tiene una rápida resolución.