Octubre de 1941. Se rueda el western pionero español Oro vil, a las órdenes del jienense Eduardo García Maroto, en el madrileño paisaje de La Pedriza, término municipal de Manzanares El Real. Hasta el rodaje llega un motorista de la policía con el fin de llevarse de forma inmediata al director a Madrid. El equipo teme que el realizador se haya metido en algún asunto político, ya que anteriormente había tenido encontronazos con la censura del régimen dictatorial. Pero, no. Se trataba de que Maroto debía ponerse, “por imperativo”, provisionalmente a los mandos del rodaje de Raza, la película de exaltación del ideario nacional-católico del régimen franquista…
Dos años después de terminarse la Guerra Civil, y cuando a este país solo habían llegado los westerns clásicos pre-La diligencia, ya que esta película se estrenará con unos años de retraso, el gran amante del western, García Maroto, tan valiente como decidido, se atreve con una del oeste, pero además no como parodia, si no en clave dramática.
Oro vil, fue una precaria forma de acercarse al lejano oeste: costó ciento cincuenta mil pesetas frente al millón seiscientas cincuenta mil de Raza, por lo que aquí no había ni adecuados revólveres, ni caballos especializados en acción. Y no fue precisamente un éxito, pero sí resultó pionera en ese maravilloso anacronismo que supone rodar historias del lejano oeste americano en España.
De Oro vil parece no conservarse ninguna copia en la actualidad, aunque sí el guion y algunas fotos de rodaje, fotos-fija y afiches, que dan una idea de cómo era la película que narra la llegada de un español a una tierra poblada de indios y donde proliferan los buscadores de oro. Debido a su precariedad, no tenía grandes cabalgadas, pero si sus escaramuzas y peleas.
Hasta ese momento, el western que García Maroto había podido ver, y aun así le había enamorado, era bastante sencillo y primitivo en tramas y personajes, estos muy simples, maniqueos, en películas de bajo coste, inspiradas en las “horse operas”, los populares cuentos a caballo. Y Oro vil tiene mucho de aquel cine, si cabe, aún más primitivo en este caso, lo cual hace al empeño de García Maroto una gesta más heroica aún. El guion y las fotografías que incluye este volumen da buena fe de ello.
Pionero en muchas cosas, en el western también lo es García Maroto, quien después participará en otras producciones americanas del género, que se ruedan en suelo español, como El regreso de los siete magníficos en las provincias de Alicante y Madrid, o Villa cabalga, en Colmenar Viejo, entre otras localizaciones.