4 Butacas sobre 5
El cine nos sigue sorprendiendo cada día más. Son cientos los jóvenes que tienen un alma cinematográfica que abrir para contarnos sus historias diarias, narraciones que les suceden y van acordes a los tiempos que corren. La cultura cinematográfica ha vivido y vivirá diferentes generaciones, un espejo en el que nos miramos y queremos ver más allá. Violeta no coge el ascensor es un ejemplo de oda generacional, de emociones y vivencias de una sociedad que trata de dar rienda suelta a sus pasiones.
Mamen Díaz y Violeta Rodríguez abren su corazón para contarnos la historia de Violeta, una chica que está en el fino alambre de la felicidad más risueña y el acceso a la madurez social. Dibujada sobre una historia de verano, de amores, prácticas laborales y el conocimiento de una misma, la película es un disfrute para el espectador.
Hecha con la más absoluta humildad, la cineasta almeriense junto a Violeta Rodríguez, retratan perfectamente las emociones de una generación actual que sigue buscando la satisfacción de su alma, contando sus vivencias entre ellos para lograr encontrarse consigo misma, sin dejar de soñar, sin dejar de amar.
Un reparto joven y coral son los protagonistas de una historia con la que el espectador empatizará desde el primer momento. La comodidad de una vida, las cervezas en un sofá sobre charlas sentimentales, lo que nos une y aleja…una película hecha con el corazón y con la que las dos directoras se presentan ante un mundo que pide más historias como esta.
Rodada con total naturalidad, Mamen Díaz no ha tenido reparos incluso en demostrar al espectador ese juego entre la ficción y la realidad, en romper la cuarta pared en muchos momentos del film además de proyectar los cortes entre toma y toma, como ejercicio de que en la practica está el buen hacer.
Violeta no coge el ascensor es una historia que abraza el alma y funde a las generaciones actuales en un pentagrama de emociones sociales y sentimentales, cine hecho como la vida misma.