'The Palace': Polanski haciendo de Östlund

'The Palace': Polanski haciendo de Östlund

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Roman Polanski es un maestro del cine. Eso está claro. Aunque me podéis llevar la contraria. Si no ha creado escuela como otros cineastas es porque es tan ecléctico y personal que no da pie a imitación. Es un director único y su obra ha pasado por diferentes etapas. La primera considerada iniciática, la segunda de asentamiento en Hollywood y la actual en lo que podríamos llamar autoexilio.

Sin ninguna duda, su filmografía pesa, y si algunos críticos coinciden en que ya ha perdido el punch de antaño, yo no estoy tan seguro, ya que en su etapa final tiene grandes propuestas como “Un dios salvaje”, “El escritor” o “El oficial y el espía”. Sin embargo, si piensas en su carrera y te enfrentas a “The Palace“, puedes llegar a decepcionarte gravemente si no entiendes su significado y su razón de ser. A pesar de esto, es una película irregular, pero con algunos elementos de magia del director de “El pianista”.

The Palace” se sitúa en un hotel lujoso en Suiza que haría palidecer a los huéspedes de “El gran hotel Budapest” de Wes Anderson. Si bien ambos tienen elementos de magia y comedia ácida que sirven como crítica (además de compartir a Alexandre Desplat), no es el creador de “Los Tenenbaums” quien ha llevado este género al extremo, sino el sueco Ruben Östlund, doblemente galardonado con la Palma de Oro en Cannes por “El Triángulo de la tristeza”. En este caso, la cinta de Polanski no llega tan lejos en ninguno de sus aspectos, pero su intención está más que clara: desconcertar al espectador, ser excéntrica, lujosa y vulgar.

Por lo tanto, no se puede esperar una “Semilla del diablo” de una película que juega con otro sistema lógico, con sus propias claves y donde Polanski no busca dar un recital de realización, sino más bien criticar al establishment del hotel en la víspera del efecto 2000. Es una excusa perfecta para este retrato coral donde las diferentes piezas del tablero se cruzan de manera azarosa y sin llegar a un destino aparente.

Habrá quienes la encuentren muy alocada, otros vulgar (también lo hacen con Ruben Östlund), pero sin duda estamos ante una obra que no trasciende ni es tan transgresora como podría parecer. Te hace reír y reflexionar, pero de manera tibia, sin ningún actor que destaque demasiado más allá del peluquín de Mickey Rourke. Sin embargo, a pesar de su edad, el realizador polaco ya está preparando su siguiente película y como nos ha demostrado a lo largo de su filmografía, no sabemos qué derroteros tomará. Lo importante es que siga filmando y engrosando una filmografía mítica.