4 Butacas sobre 5
Tras el enorme éxito que fue Logan (2017), James Mangold dirige esta película sobre la rivalidad que mantuvieron Ford y Ferrari para convertirse en el equipo ganador de las 24 horas de Le Mans de 1966. Se trata a priori de la clásica historia del pequeño contra el gigante, de David contra Goliath: los americanos, que no habían disputado jamás el campeonato, se proponen el reto de vencer a los italianos creando un coche de competición en un tiempo récord para hacer publicidad de su marca. Para ello contarán con el diseñador Carroll Shelby (Matt Damon), que años atrás se había erigido vencedor en la prueba antes de retirarse de las pistas, y el piloto Ken Miles (Christian Bale), un hombre de carácter difícil, pero de indudable talento.
Hasta aquí, el argumento amenaza con explotar varios lugares comunes del cine de Hollywood, desde el tan manido arco de redención del héroe conflictivo hasta la glorificación de los emprendedores americanos: Ferrari es desde el primer momento el rival a batir en una historia contada desde la perspectiva de Ford, salvaguarda de los ideales estadounidenses.
Por fortuna, la película no tarda en desviarse de esa ruta. Pese a que el título en versión original pueda inducir a error, no se trata tanto de la competencia entre ambas escuderías como de la historia de Shelby y Miles: de su inquebrantable (aunque poco convencional) amistad y de un amor por el automovilismo que los lleva a desafiar tanto sus propios demonios personales como el férreo corporativismo de Ford.
El choque entre estos dos artesanos del motor y la junta directiva de la multinacional (experta en cuadrar números y posar para fotos, pero ignorante en lo que concierne a pilotar sus propias máquinas) hace mucho más que salvar la película de convertirse en un panfleto patriótico o en un anuncio de coches muy largo. Le Mans ’66 alterna momentos de pausa con otros de pura adrenalina: es divertida pero emotiva, espectacular pero intimista, todo a la vez. Mangold y su equipo de guionistas han sabido el momento exacto en que la película exigía cambiar de marcha o pisar a fondo el acelerador, y el resultado es más que notable.
Por supuesto, la apuesta no habría funcionado tan bien de no haber contado con un reparto a la altura, pero la química entre Damon y Bale vale su peso en oro. Su fantástica interpretación es en gran medida la responsable de que una historia tan dependiente de las relaciones personales y el arco de desarrollo de sus protagonistas llegue a la meta a tiempo.
Por lo demás, Le Mans ’66 contiene todos los elementos que un aficionado al motor podría exigir: tanto los hechos históricos que inspiraron el film como los entresijos del mundo del automovilismo están fielmente representados, y las carreras están rodadas de tal forma que te hacen sentir al volante. Pero no hace falta ser un experto en coches para disfrutarla: incluso si suspendiste el práctico quince veces y no sabes de qué pueblo es Fernando Alonso, Le Mans ’66 es una estupenda opción para ir al cine este fin de semana.